Manuel de Diego Martín

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20 de diciembre de 2008

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El otro día oí decir a una Ministra del Gobierno que si el partido de la oposición no acepta la campaña con que el ministerio de Sanidad quiere ofrecer al ritmo del “hit-hot”, preservativos a los adolescentes, se hace responsable de los posibles embarazos que entre la gente joven pudieran darse. Yo tampoco estoy de acuerdo con esto. Me sabría muy mal que me digan que yo soy responsable de una cosa en la que no tengo arte ni parte.

En la Edad Media algunos caballeros cuando iban a la guerra para evitar que sus mujeres pudieran tener relaciones sexuales y por tanto chiquillos, les ponían un artilugio al que llamaban “cinturón de castidad”. El caballero se llevaba la llave y esa puerta quedaba cerrada hasta nueva orden. Ya vemos que esto es una burrada fruto de un machismo exagerado.

Creemos que entre las campañas de preservativos y los cinturones de castidad, debe haber algo que sea más humano, más digno. No estamos de acuerdo con los caballeros medievales, pero tampoco con los nuevos caballeros de la modernidad. Pues sabemos que estas campañas, además de ser zafias y de mal gusto, no solucionan nada. Recordemos aquella famosa del “póntelo, pónselo” de hace unos años que disparó los embarazos entre la gente joven. Con esta va a ocurrir lo mismo, dejando a los jóvenes sin criterios ni principios morales.

¿Qué queda? Pues la educación callada de los padres. Que los progenitores, llenos de cariño hacia sus hijos, sepan hacerles comprender cuál es el camino a seguir en este tema, cuál sea su responsabilidad. En mis tiempos de joven, un “chistoso” oyó la conversación que tenía una madre con su hija. Y luego para hacer gracias lo contaba por el pueblo, en el que nos conocemos todos, para divertimento de la gente, Decía aquella buena mujer: “Hija mía, por lo que más quieras del mundo, por el amor de Dios, no te quites nunca las bragas ante los chicos; ni siquiera cuando tengas novio, antes que el cura os eche las bendiciones”.

Aquello nos hacer sonreír, es cierto. Pero refleja una actitud de grandeza humana en aquella mujer. Lo que pretende el Sr Bernard Soria es irracional y poco acorde con la dignidad del ser humano, pues somos algo más que animales.

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