Manuel de Diego Martín
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22 de septiembre de 2012
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El martes pasado leíamos en la Misa la carta de S. Pablo a los Corintios en la que nos hace ver a la Iglesia como el Cuerpo de Cristo. En ella Cristo es la cabeza y nosotros sus miembros. Por tanto en esta Iglesia hay diferentes tareas y funciones: están los sacerdotes, catequistas, responsables de liturgia, animadores de Caritas…todo aquello que una comunidad parroquial necesita para su crecimiento y misión pastoral.
Cuentan de Santa Teresita del Niño Jesús, que leyendo esta página, deseaba ser todo esto en la Iglesia, y al darse cuenta de que no podía serlo, pensó que lo suyo era amar y orar y así ayudaba mejor en todos los trabajos de la Iglesia.
Pues bien, cuando acabé la misa en la que meditaba estas cosas, me entero de que el “Chiqui”, es decir, un conocido y gran colaborador de la Parroquia de S. José, acababa de morir. Francisco Pérez Iniesta era en su parroquia un hombre que a la manera de Teresita quería ayudar en todo lo que pudiera dentro de su comunidad parroquial.
Me comentaba el párroco, D. Cesar, cómo hace unos años, el día en que se jubiló, se acercó a la parroquia para ponerse a disposición en todo lo que necesitasen. Empezó en el grupo de Cáritas, pero su dedicación hizo que poco a poco se fuera implicando en muchas tareas parroquiales. Así lo vemos buscando muebles para los inmigrantes, preparando el material para un cursillo de novios, animando la liturgia, cuidando de los niños de catequesis, o pasando largas horas ante el Sagrario para avivar su fe y conseguir también que las puertas del templo estuvieran abiertas el mayor tiempo posible.
Así lo vemos pequeño de estatura, pero grande muy grande como hombre y como cristiano. Él era la sencillez y la humildad personificada, lo suyo era llevar alegría a todos y sembrar ante las dificultades esperanza. La comunidad parroquial testimonió su agradecimiento a este gran colaborador, tanto en la vigilia de oración en el Tanatorio, como en el multitudinario y emotivo funeral en la Parroquia
Después de una larga y durísima enfermedad que ha llevado con toda entereza cristiana, el Señor se lo ha llevado. Nos queda su recuerdo y sobre todo el estímulo para que muchos de nuestros feligreses, a quienes a veces cuesta tanto asumir un compromiso, estén dispuestos a darlo todo en la Iglesia como hizo el Chiqui. Descanse en paz.