Francisco San José

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16 de mayo de 2020

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Desde el comienzo de la Pascua, las Escrituras se han enfocado en Jesús Resucitado. De hoy hasta Pentecostés, el centro de la atención es el Espíritu Santo. —Efectivamente, Jesucristo ha llevado a cabo la obra que el Padre le había encomendado y ha llegado el momento de su partida. —Es la hora del Espíritu Santo que vendrá a la Iglesia naciente y habitará en el corazón de cada fiel, interiorizando en cada uno de ellos la obra realizada por Jesús. —Una forma breve de describir el núcleo fecundo y hermoso de nuestra fe sería: Todo procede del Padre y, por “sus manos, Cristo y el Espíritu Santo” realiza la Redención y opera en el corazón de los fieles la santificación. (San Ireneo) —El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Iglesia, dice: “Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente a la Iglesia y para que, de este modo, los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu”. (LG 4) Una espiritualidad cristiana adulta sabe dirigirse al Padre, así como mantener viva familiaridad con Cristo y, también, invocar fervientemente al Espíritu Santo. 

Los pueblos y las ciudades conocen momentos de esplendor y horas de crisis. Todo se debe a la aparición de personas o acontecimientos que alegran o deprimen a la sociedad. La pandemia reciente del Coronavirus es un claro ejemplo de un hecho que ha llevado al conjunto de la humanidad a una situación de depresión. Muchísimas personas han demostrado su humanidad llevando ayudas de todo tipo a los afectados por esta epidemia. 

Debido a las obras de los cristianos, en los Hechos de los Apóstoles (8,8) se dice “la ciudad se llenó de alegría”. Efectivamente, la Iglesia de los comienzos, alentada por el Espíritu Santo, era vivamente misionera, contagiaba entusiasmo e iba acompañada de señales de amor. (Hch. 8,5-8) Este es un camino a seguir hoy, el de la “solidaridad mundial”, de la que son ejemplo actualmente organizaciones como Manos Unidas o Cáritas internacional y, también, otras instituciones religiosas y civiles, ONGs. Hay que destacar, asimismo, a personas que, con su granito de arena, llevan gozo y alivio a tantos hombres y mujeres de nuestro mundo. Con estas obras de solidaridad, se construye la humanidad y la alegría retornará a nuestros pueblos y ciudades. Esta esperanza, que lleva de la mano a la fe y mueve a la caridad, es el horizonte de un mundo nuevo y mejor, el Reino de Dios, el proyecto que se auspiciaba y al que Jesucristo se entregó de lleno.