Manuel de Diego Martín
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1 de septiembre de 2012
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En estos tiempos de recortes, parece que también le ha llegado la hora de ser recortada la asignatura de «Educación para la ciudadanía».
Hay dos razones para ello. En primer lugar lo piden muchos ciudadanos que no la ven sentido y mucho menos que sea obligatoria. Estos días se han publicado por el Gobierno las 900 aportaciones que han hecho los ciudadanos para ver cómo podemos mejorar la enseñanza. Y una de las propuestas que han tenido más eco es que se quite esta asignatura, ya que lo que hoy se enseña lo deben hacer los padres en sus casas, o en otras asignaturas existentes. Ese tiempo se dedicará a otras materias en las que estamos tan mermados ya que somos los últimos de Europa y, por tanto, hay que buscar todos los medios para elevar la calidad de nuestra enseñanza.
Otra razón, y tal vez la de mayor peso, es que esta asignatura si te descuidas, traspasa los límites y competencias para llegar a ser lo que ya ni se sabe. A los niños no se les pueden enseñar unos valores o contravalores que contradigan los principios morales de sus padres. Es un robo, es una ignominia que los papás estén enseñando en sus casas con todo el amor del mundo a sus hijos unas maneras de ver del mundo, unas conductas a seguir, y en la clase por unos prejuicios ideológicos de los enseñantes, se les diga todo lo contrario. Los padres deben saber lo que enseñan a sus hijos en los centros, porque ellos son los primeros responsables de su educación.
Hace unos días murió D. Gregorio Peces Barba, uno de los padres de la Constitución, uno de los hombres grandes de nuestro tiempo. Pero en su manera de ver la vida había evolucionado tanto, que muchos de sus planteamientos ideológicos mucha gente no los podía compartir. Pues él fue uno de los mentores de esta asignatura, luchador incansable de ella con la intención de formar hombres nuevos, naturalmente desde su ideología. El afirmaba aquello de que el haber conseguido instaurar esta asignatura en el ciclo académico bien valía una legislatura. ¡Ironías de la vida!, en los días en que el moría, el ministro de Educación anunciaba el final de esta asignatura. Así no se ha llevado D. Gregorio ningún disgusto, pues ojos que no ven, corazón que no siente.
Ahora que empieza el curso, nos hacemos eco de muchos titulares de periódicos que reflejan este clamor popular: Queremos: “Una educación más despolitizada, con más recursos económicos y con mejores resultados”. Que el cielo nos oiga.