Manuel de Diego Martín

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17 de septiembre de 2006

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Este año el “currículo escolar” tiene una asignatura nueva. Se llama “Educación para la ciudadanía” obligatoria para todos. Sin negar los buenos deseos de sus promotores por intentar buscar medios para ayudar a nuestros chicos en la educación en los valores humanos y sociales, sobre todo cuando cunde más y más la alarma por el embrutecimiento ambiental entre los jóvenes, que se va haciendo insoportable.

Pero a veces es peor el remedio que la enfermedad. Oía el otro día a la ministra Cabrera loar las excelencias de esta asignatura que va a ayudar a los chicos a crecer en valores universales, como son el de libertad, tolerancia, igualdad, respeto a la naturaleza…Pero la Concapa, es decir, la federación de padres católicos no lo ven de igual manera, y tienen el miedo de que esta asignatura pueda convertirse en vehículo de adoctrinamiento conforme al pensamiento único dominante, de tal manera que con las mismas palabras como : igualdad, libertad, tolerancia, respeto al cuerpo, sexualidad se pueda hacer pasar gato por liebre. Así pues dicen que si los padres católicos ven que los contenidos que dan a sus hijos no son los que ellos quieren, o la manera de exponerlos los profesores no les convence, pueden ejercer la objeción de conciencia no enviando a sus hijos a esas determinadas clases.

Ante este posible conflicto, que parece estar servido, lo mejor sería que esta asignatura fuera opcional, como lo es la de religión, pero eso sí, con otra asignatura alternativa, no educación para la ciudadanía o nada, como pretenden hacer con la clase de religión. De esta manera se evitarán muchos sobresaltos y disgustos. Que los padres van viendo que esa asignatura hace bien a los críos, los apuntarán, Que ven que los chicos salen con los pies fríos y la cabeza revuelta de esas clases, tienen opción para buscar otro camino.

Y me atrevo a añadir algo más. La verdadera asignatura para la ciudadanía, los mejores profesores para educar a sus hijos en estos valores, son los mismos padres. Y repito lo mismo que digo y repito hasta la saciedad a los a los padres que llevan a sus hijos a la Parroquia. Todo esto que los niños oyen de sus catequistas en nuestros salones, si no lo ven en vuestras casas, si vosotros mismos no lo vivís, aquí estamos casi perdiendo el tiempo, es como el agua que se echa en una cesta, que al final no queda nada.