Manuel de Diego
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24 de junio de 2007
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Hace unos días, en una reunión con padres de niños de catequesis (era aquel momento en que se habían hecho públicos algunos materiales o recursos con los que contaría la nueva asignatura de “Educación para la ciudadanÏa”, como el comic de “Alí Babá y los cuarenta maricones” y otros…) les comenté que era bueno que tomasen conciencia de los contenidos y objetivos de la nueva asignatura. Había que evitar por todos los medios que los chiquillos en las aulas aprendiesen cosas totalmente contrapuestas a lo que enseñan en casa o en la parroquia. Un padre muy resuelto me interpeló para decirme que no politizase la reunión, que este tema no venía a cuento. Me excusé, no sin decir también que no me parecía desproporcionado en una reunión de padres preocupados por la formación religiosa y moral de sus hijos, hablar también de estas cosas.
Algunos al final de la reunión, en medio de las despedidas, me agradecieron que sacase el tema, pues nada sabían de lo que es dicha asignatura. Aquí está el problema, la asignatura a la vuelta del verano y muchos, muchísimos padres. sin saber de qué va.
Por otra parte, en el ambiente ya está servida la polémica. Hay grupos de padres organizados que están dispuestos a hacer la objeción de conciencia, sus hijos no cursarán dicha asignatura. Por otra parte la Ministra de Educación contraataca respondiendo que los niños que no asistan a ella no pasarán curso. También la misma Ministra apela a la honestidad de los obispos, pidiendo de ellos que no se opongan, sino que bendigan dicha asignatura diciendo que es muy buena y así no añadirán más problemas a otros grandes que ya tenemos dentro del mundo educativo.
En resumen, la asignatura “Educación para la ciudadanía” ¿está bien o está mal? Para responder a esto me viene a la memoria una anedoctilla que nos cotaba nuestro profesor de Moral. Una chica pregunta al confesor: “padre, bailar es bueno o malo?” Respuesta: “depende; depende del sujeto, depende de la sujeta y depende de cómo se sujeten”.
Si esta asignatura está promovida desde un laicismo feroz, que tiene como objetivo y meta acabar con las creencias religiosas y las exigencias morales que conllevan, para implantar, a su vez, nuevos valores totalmente opuestos a los de la tradición judeo-cristiana, ya no lo veo tan claro. Si por principio, en ella se niega toda trascendencia, y lo moralmente bueno o malo depende de los consensos, no de una profundización razonada de la naturaleza humana, esto no es de recibo. La asignatura puede convertirse en adoctrinamiento y manipulación de conciencias. Ni el Estado ni el Gobierno de turno pueden imponer los valores que quieran. No están para ello.
Si la asignatura responde a las exigencias de una ciudadanía activa, es decir de ciudadanos libres, ya sean creyentes o no creyentes, religiosos o ateos, pero que todos juntos buscan unos mínimos en los que coinciden, es decir, en unos valores universales, entonces sí que puede ser muy buena la asignatura. Esperemos que todo este asunto se lleve con orden en la que no haya atropellos ni a la libertad religiosa, ni a los derechos que tienen los padres de educar a sus hijos en los valores que ellos quieran.