Manuel de Diego Martín
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26 de mayo de 2007
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En la última reflexión hablé de luces y sombras de las primeras comuniones. Dichas algunas sombras que oscurecen este fenómeno socio-religioso, pasé a enumerar ciertas luces, que a primera vista se dejan ver, y que, mirando atentamente, se pueden sacar a luz otras muchas más, valga la redundancia.
Estos días hemos conocido por algunas publicaciones la “Guía de Recursos” que el Ministerio está preparando para poner en manos de los profesores que darán la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía. No deja de sorprender a primera vista un poco que pongan como materiales ciertos textos que están reflejando una ideología muy determinada sobre ciertas cuestiones. El comic “Alí Babá y los cuarenta maricones”, el documental británico “Sexy safer” o “la guía gay para el sexo seguro” están manifestando una manera de entender ciertas cuestiones que no todos compartimos. También la manera de explicar la “eutanasia” o la manera de entender la transición española para muchos puede ser muy discutida.
La verdad, uno se pregunta, ¿qué materiales se podrían encontrar que lloviesen a gusto de todos? No es fácil. De aquí lo problemático que supone esta asignatura cuando los responsables de una educación moral en valores son los padres, o aquellos en quienes ellos desde la más absoluta confianza delegan para que eduquen a sus hijos. Por tanto tiene que haber una gran libertad en los padres, para que cuando consideren que ciertas cosas no les gustan para sus hijos, tengan la posibilidad de cambiarlas.
Entre las cosas buenas que nos traen las Comuniones, me atrevo a afirmar que una de ellas es la educación en valores que reciben los niños a través de los equipos de catequistas. Partiendo del principio de que el evangelio educa en los mejores valores, cuando ves a una catequista paciente, una semana y otra, con su pequeño grupo, corrigiendo, respetando, haciendo que se quieran entre sí, que no se insulten ni peleen, que se perdonen, que sepan quererse bolivianos, ecuatorianos y españoles. ¡Qué hermosura ver celebrar sus fiestas, ver a los chicos trayendo un regalo a la catequista….! ¡Cuántos valores de ciudadanía discurren por esos salones de catequesis! Y los padres, están al tanto de todo lo que pasa, todo se comenta con ellos en el patio, en las reuniones periódicas con padres, catequistas y párroco. Sin querer poner en cuestión la nueva asignatura, si tiene que ser que sea, lo que sí me atrevo a decir es que el ámbito catequético de las parroquias es una exquisita oportunidad de formar a los niños en los valores de la ciudadanía.
Y dando un paso más, tengo que reconocer que uno de los momentos más estremecedores para un sacerdote es ver a esos niños que por primera vez se acercan a recibir el sacramento del perdón. Allí ellos reconocen sus mentiras, lo que hacen sufrir a sus padres, sus perezas, y el deseo de ser mejores… Hasta aquel “travieso” del que parece que no se podía sacar partido, te dice que quiere ser bueno y lo dicen de todo corazón ¿No os parece que todo esto ayuda a esa educación en valores? Así pues entre las sombras de las primeras comuniones no dejemos de ver tantas y tan buenas luces como hay. Que no pase aquí una vez más aquello de que el árbol no deja ver el bosque.