Manuel de Diego Martín

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26 de diciembre de 2015

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El pasado mes de octubre la productora católica Metanoia Films, de la que es responsable el famoso actor mejicano, converso, Eduardo Verástegui, que nos dejo el gran alegato contra del aborto en la película “Bella,” nos presentó otra película no menos hermosa titulada “Little Boy”, “el pequeño chico” que está dando mucho que hablar.

Como hoy celebramos el Día de la Sagrada Familia y vamos a reflexionar mucho sobre los padres e hijos, cuando queremos ver lo que las parroquias pueden ofrecer para seguir educando en los valores cristianos a las nuevas generaciones, como la nueva evangelización y el reciente Sínodo que acabamos de celebrar nos están pidiendo, quiero hacerme eco de esta película que es toda una lección magistral donde nos hace ver claramente que la fe mueve montañas y que nunca podemos decir aquí no se puede hacer nada.

El protagonista de “Little Boy” es Pepper, un niño de ocho años, tan bajito de estatura que en el colegio le llaman pigmeo, enano. Naturalmente recibe un acoso escolar de burlas, que le humillan hasta dejarlo de sobra. Pero Pepper tiene un padre que es su mejor amigo, que le ayuda tanto, que le va haciendo confiar en la vida, tanto que con su papá al lado lo puede todo. Aquí vemos el bien que los padres pueden hacer con sus hijos cuando se entregan a ellos totalmente, de alma y corazón.

Pero al querido papá se lo llevan a la guerra del Vietnam sufriendo un terrible mazazo. Pero tiene la suerte de encontrarse en la parroquia con un buen sacerdote que le hace comprender que no importa ser pequeño de estatura para poder hacer grandes cosas. Le enseña la parábola del granito de mostaza que puede convertirse en un gran árbol. Y le explica aquello de que la fe mueve montañas y va llenando su alma con la confianza de que su papá volverá.

En el barrio hay un niño japonés al que todos desprecian porque su país es enemigo del pueblo americano. El mismo Pepper tampoco le quiere. Pero en la parroquia va aprendiendo que para crecer hay que amar, hay que tener corazón abierto y generoso con todos y así llega a hacerse amigo del pequeño japonés. En la catequesis le enseñan las obras de misericordia que van moldeando su personalidad para el bien. ¡Cuánta actualidad tienen estas cosas en el Año de la Misericordia!

Es difícil relatar en este pequeño espacio las lecciones pedagógicas que tiene esta película, pero yo si me atrevo a sugerir que sería buenísimo que la vieran juntos padres e hijos para llegar a comprender que es posible la educación en los valores cristianos. A veces vemos como ciertas limitaciones físicas pueden acomplejarnos, incluso destruirnos, mientras que vistas desde otra luz, estas limitaciones pueden convertirse en pistas de lanzamiento para seguir creciendo y llegar a una plena realización. Naturalmente conseguir los valores evangélicos para llegar a esta superación es el mejor camino.