Manuel de Diego Martín
|
12 de octubre de 2025
|
1
Visitas: 1
Hace tres días, nos llegó la buena noticia de que, en el conflicto de Gaza siguiendo la petición hecha por el presidente de EE.UU., Trump, Israel y Hamás han puesto en marcha unas posibles negociaciones, que puedan conducir a una paz tan esperada en este territorio.
Israel ha conseguido que los rehenes israelíes, que aún quedan con vida, puedan volver con sus familias. También les dan la posibilidad de recoger los restos mortales de los rehenes masacrados. Los vivos ahí están, pero los muertos… ¡cuánto sufrimiento van a dejar entre los suyos! Y durante dos años, cuánto han sufrido unos y otros ante un conflicto con tantos muertos, que no veían salida. Esperamos que estas negociaciones aporten luz y esperanza.
No podemos olvidar otros conflictos en diferentes países, que siguen vivos y nos causan mucho dolor. Después de años, Rusia y Ucrania no llegan a entenderse. Y podemos ver lo que sucede en Sudán, Mozambique, el Congo y otros países que nos llenan de dolor cuando vemos que entre los beligerantes no hay diálogo posible. Esta situación tan difícil nos hace comprender y, al mismo tiempo, nos llena de esperanza al ver como nuestro Papa León XIV, ante el sufrimiento de tantos pueblos, al llegar octubre, -mes del Rosario-, ha convocado a la cristiandad entera a rezar el Rosario cada día para pedir a la Virgen María que nos ayude a conseguir la paz en este mundo, que se desangra con tantas guerras. Un mundo sin paz es lo más parecido al infierno.
El pasado jueves celebrábamos la fiesta de santa Faustina Kowalska, una monja polaca considerada como mensajera de la Misericordia Divina. Ella vivió en tiempos de la guerra Europea, la guerra Mundial, y el genocidio nazi. Jesús de Nazaret se le apareció varias veces para decirle el sufrimiento que tenía al ver los grandes conflictos de aquel tiempo. Él, lleno de amor y misericordia pide al Padre del cielo que nos dé un corazón misericordioso, como el suyo, para arrancar tanto dolor en el mundo. Aquí está la clave, que nos ayuda a encontrar la paz: conseguir que nuestros corazones sean semejantes al suyo.
Termino mi reflexión con esta plegaria, dedicada a la Virgen: “De ti imploramos, Madre, la Misericordia de Dios. Tú, que eres Reina de la paz, convierte el corazón de los que alimentan el odio; silencia el estruendo de las armas que siembran muerte; apaga la violencia que anida en el ser humano e inspira proyectos de paz en los que gobiernan las naciones”.