+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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18 de octubre de 2014
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]1[/fusion_dropcap].- Una fecha importante
Cada año, en el tercer domingo de octubre, celebra la Iglesia el día del Domund. Es una fecha tan señalada que, a pesar de repetirse, mantiene todo su brillo. Evoca la entrega de miles de misioneros y su fecunda labor apostólica. ¿Quién no ha visto alguna fotografía de las jóvenes y entusiastas comunidades de los llamados países de misión? ¿Quién no se ha enternecido ante la imagen de una religiosa con un niño de color en brazos, atendiendo un dispensario o impartiendo catequesis?
Hay quienes identifican el Domund con la bullangera y encantadora movida de los niños de nuestras parroquias, que, armados de huchas y pegativas, se siente misioneros solicitando un donativo para las misiones. El Domund es todo eso, pero es más que eso. La intención del Papa Pío XI, cuando en el año 1926 estableció para toda la Iglesia esta Jornada, era suscitar en todos los católicos el compromiso por las Misiones. Veía el Papa que los misioneros eran admirados e incluso ayudados, pero nos faltaba aquí una conciencia más viva de que el mandato misionero de Jesús de anunciar el Evangelio a todos los pueblos con obras y palabras es un encargo confiado a toda la Iglesia y, por consiguiente, a todos y cada uno de sus miembros. Una manera eficaz de asumir este compromiso consiste en avivar nuestra conciencia misionera, suscitar un conocimiento y un aprecio mayor y mejor de las Misiones, promover un movimiento de oración en favor del trabajo de los misioneros y del cultivo de nuevas vocaciones misioneras, colaborar con un apoyo económico eficaz a esta evangélica causa. Para esto nació el Domund; ésta es su finalidad.
2.- Un cartel y un lema:
El día del Domund de este año viene enmarcado con un lema sugerente: “RENACE LA ALEGRIA”, seguido de la etiqueta expresiva y testimonial “YO SOY DOMUND”.
La alegría es una dimensión esencial de la evangelización, está en la entraña del misterio trinitario y del plan salvador de Dios para la humanidad: “El Padre es la fuente de la alegría; el Hijo, su manifestación, y el Espíritu Santo, su animador”, nos dice el Papa en su mensaje. Jesús anunció el Reinado de Dios como Buena Noticia, como la mejor Noticia. Así lo proclamaron también los discípulos de la primera hora, y así se sigue proclamando hoy. Esa alegría es la que irradian los rostros juveniles que se asoman al cartel. Contemplando sus miradas y sus manos entrelazadas entendemos que su alegría nace de un corazón limpio y de una fraternidad profunda. Es la alegría de haber encontrado a Jesucristo y, a la vez, la alegría de poder anunciarlo a otras personas. Ellos son, en verdad, Domund. Será bueno que cada uno de nosotros, y muy especialmente los jóvenes, nos preguntemos: ¿Somos nosotros Domund?
El Papa advierte que “el gran riesgo del mudo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (E.G.2). Pero también afirma que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del asilamiento .Con Jesucristo siempre nave y renace la alegría” (EG 1).
3. Las misiones, un servicio admirable
Cuando contemplamos con una mirada objetiva la obra humana y cristiana que realizan los misioneros, nos sentimos asombrados. En los últimos 35 años, el número de católicos ha crecido en casi 400 millones de nuevos bautizados, sobre todo en África, Asia y América. Y son innumerables las obras sociales y educativas que los misioneros realizan entre los más pobres y en todos los continentes. Es oportuno que se sepa que, con la colecta del Domund, la Santa Sede atiende, en más de un millar de Diócesis de países pobres, a la construcción de templos, a la formación y mantenimiento de sus misioneros, a las obras sociales. Mientras que en Europa ha habido una disminución drástica del número de sacerdotes, casi se ha duplicado su número en África, Asia y América. Sin la inyección anual de nuestras colectas, la actividad misionera se debilitaría notablemente.
4. Promoción o evangelización, un falso dilema
Los hombres tienen hambre de pan y, también, hambre de Dios. Sería mortal primar la sed de Dios con tal exclusividad que acabáramos entendiendo la acción misionera como el anuncio de una salvación eterna, sin proyección y repercusión sobre esta tierra de nuestros dolores. Pero sería igualmente mortal para la fe que, acuciados por el problema pavoroso del hambre que padecen tantos hermanos, olvidáramos que el hombre tiene también necesidades de sentido, de esperanza, de salvación plena, de Dios en definitiva. Los pobres tienen el sagrado derecho de conocer al Dios de la esperanza, el único bien gratuito. Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar a nuestros misioneros, hemos constatado con gozo que allí donde llega un misionero no sólo surge una comunidad cristiana, sino que con ella brota un impulso profundamente eficaz de promoción y desarrollo de las personas. La misión es obra de amor. Jesús la realizó mediante palabras y obras liberadoras. Por eso, el misionero evangelizando promociona y promocionando evangeliza.
Ante el día del Domund os pido un recuerdo especial para los misioneros y misioneras de Albacete. Y no olvidéis: ¡Vosotros también sois Domund! ¡Gracias por vuestra oración y vuestra ayuda!