+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

|

10 de octubre de 2015

|

76

Visitas: 76

[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos diocesanos:

Tras la interrupción veraniega, nuestra Hoja Diocesana reanuda su andadura. Ya lo sabéis: Quiere ser como la carta de familia que asegura la comunicación, enriquece la comunión y fortalece nuestra pertenencia eclesial. Semana tras semana quiere haceros llegar el latido de la Diócesis, ofrecer orientaciones de vida cristiana, ser noticia fresca de las actividades que se cocinan por los arciprestazgos y parroquias de nuestra Iglesia. Llevadla a vuestras casas, comentadla en familia. Así contribuiréis a que la Buena Nueva salte de casa en casa, pase de corazón a corazón.

En estos días andamos presentando el Plan Pastoral Diocesano en parroquias y arciprestazgos: El título resume nuestro propósito y empeño: “Renovarnos y Evangelizar con un corazón misericordioso”. ¿Por qué este título? En Jesucristo Dios nos ha revelado su proyecto, un proyecto de filiación y amor y, por tanto, de fraternidad, de liberación y redención. Evangelizar es anunciar con obras y palabras este proyecto, ayudar al encuentro con Jesucristo, “camino, verdad y vida”. Esta misión evangelizadora constituye la dicha de la Iglesia, su identidad más profunda (Pablo VI) Pero, como nos ha dicho tantas veces el Papa Benedicto, para proclamar de manera fecunda el Evangelio es necesario que se haga una real y profunda experiencia de Dios. Se trata, pues, de ser una Iglesia renovada para ser una Iglesia evangelizadora.

Lo de la misericordia es porque el Papa Francisco ha querido que el próximo año este dedicado a la misericordia. La misericordia es el rostro de Dios manifestado en Cristo. “Es, dice el Papa Francisco, el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre (cf. Jn 20,21-23). Para saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre. Para percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para llevarnos de nuevo a la casa del Padre. Un Año para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia”.

No podemos ni queremos olvidar lo que ha de ser preocupación permanente de nuestra Iglesia: suscitar y promover las vocaciones al ministerio presbiteral y a la vida consagrada.

Y ahora, en estos mismos días, se está celebrando en Roma el Sínodo ordinario dedicado a la familia. Estaremos muy atentos a las orientaciones que nos vengan, para revitalizar el matrimonio y la familia, tan amenazados desde dentro y desde fuera. Este curso comenzará a funcionar el Centro Diocesano de Orientación Familiar (COF).

Pretende ser un servicio de ayuda a los matrimonios con dificultades entre ellos o con sus hijos. Un grupo de excelentes especialistas está dispuesto a ofrecer su ayuda.

Hay que cuidar la iniciación cristiana. Todavía la mayoría de los padres cristianos queréis que vuestros hijos sean bautizados, y de hecho se bautizan. Pero ya son bastantes menos los que saben que el gesto de bautizar a sus hijos supone el compromiso de ayudarles a descubrir y vivir personalmente la fe recibida, educándolos cristianamente, en toda la amplitud y riqueza del término. Deseamos ayudar a los padres a revitalizar su propia fe, y pedirles, a la vez, una mayor implicación en el compromiso, asumido el día de su boda y reiterado en el bautismo de sus hijos, de ayudar a éstos a crecer cristianamente.

No podemos olvidar el papel tan central que en la vida del cristiano tiene la Eucaristía dominical. No es ante todo porque sea un precepto, sino porque es una necesidad para mantener la identidad cristiana. Nos preocupa la escasa participación de los jóvenes, debido, entre otras causas, a sus horarios nocturnos. Tendremos que ayudarles a descubrir, especialmente durante la preparación a la Comunión y a la Confirmación la importancia de la Eucaristía, y que nada que valga la pena se logra sin un mínimo de generosidad y sacrificio. Ello nos obligará a los sacerdotes a cuidar nuestras homilías, así como la preparación de la Misa dominical, para que ésta sea más viva, más expresiva y participativa.

De la Eucaristía bien vivida brota, como de su fuente, la dimensión caritativa y social de nuestra fe. “Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” (San Juan Pablo II). El compromiso de Caritas y con Caritas ha de estar muy vivo en cada comunidad cristiana.

Con estos y otros proyectos iniciamos el curso. Lo hacemos con la ilusión del sembrador, confiando que la gracia de Dios dé el tempero a la tierra, “la lluvia temprana y la tardía”. Sólo podremos lograrlo con la participación de todos aquellos que vivís la alegría de la fe, porque habéis encontrado a Jesucristo. Seguro que no nos faltará la ayuda de nuestra Madre, la Santísima Virgen. ¡Buen trabajo y buen curso!