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19 de septiembre de 2015

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Cada vez que el hombre decide apartarse del ruido, rara vez, lo hace porque se encuentra al límite, falto de sentido y vacío en su interior descubre que sus aspiraciones son más comunes y básicas de lo que él imagina.

En el día a día el hombre, en muchas ocasiones, se deja conducir por su hambre de ser, de tener y poder y sin darse cuenta lo sacia al precio que sea. Casi siempre a costa del más débil. No tenemos nada más que echar una mirada a los diferentes medios de comunicación y si queremos ser un poco más críticos con nosotros mismos profundicemos de quien nos rodeamos y de qué nos rodeamos.

La palabra viva de Dios nos vuelve a demostrar, que el hombre encauza mal sus necesidades vitales, la de ser amado, valorado y aceptado; por lo que recurre siempre a las malas artes, socavando a las personas incomodas para nuestro intereses o que ponen al descubierto lo que somos destapando la mentira en la que vivimos y de la que no queremos salir por comodidad o porque no queremos reconocer ante los demás el error en el que vivimos.

El apóstol Santiago, en su carta, y el propio Jesús en el evangelio de Marcos, nos advierte del caldo de cultivo en el que nacen los proyectos de vida fallidos y los propósitos malogrados. Cuando vivimos dividiendo, desacreditando, intentando sacar partido de todo y sobretodo justificando que el fin justifica los medios.

El evangelio de hoy, en definitiva, nos hace una llamada a vivir la autenticidad del evangelio, que nos habla de palabras tan escandalosas como que para ser el primero hay que ser el último, el más pequeño, el menos importante, el más entregado…

Malas directrices para aquellos que a través del dinero o del poder buscan alcanzar sus aspiraciones más profundas.

En nuestras vidas, la mayoría de las veces, tenemos un ejemplo vivo muy cercano que en mi modesta opinión encarnan de manera muy veraz el evangelio. Me estoy refiriendo a nuestras madres, personas que han conseguido llegar a nuestros corazones. Ellas han llegado no a través del poder, de la mentira. Todo lo contrario. Las personas que nos ayudan a marcar el rumbo de nuestras vidas, han llegado a través de la sencillez, del cariño, del amor desinteresado y la generosidad. Por estas razones son tan pocas las personas que llevamos en nuestros corazones.

Pero ellas con sus desvelos, dejando lo suyo para dedicarnos toda su atención, junto con Jesús, nos enseñan que es posible vivir de otra manera y de colmar nuestras necesidades más vitales de una manera más noble.

Jesús no entra en la vida de una persona por la fuerza, lo hace conquistando el corazón y solo es posible conquistar el corazón con autenticidad y nobleza en el actuar, pensar y sentir.

Hoy en día necesitamos personas auténticas, familias auténticas, cristianos auténticos, que con su testimonio de vida nos enseñen a humanizar nuestra sociedad, nuestras familias y comunidades. Solo se puede hacer desde el amor entregado.

En nuestro mundo nos encontramos con muchos retos y oportunidades para conseguir dicho fin. Demostremos lo que profesamos con nuestros labios acogiendo al refugiado, cambiando nuestra mentalidad que nos hace sentirnos superiores a los demás, descubriendo la mentira de los intereses económicos, políticos que se ciernen en nuestra toma de decisiones sea del tipo que sean. Pasando del inmovilismo, viendo la vida de los demás y a veces la nuestra propia como meros espectadores sin compromiso alguno.

Es la hora de la verdad, si quieres darle autenticidad a tu vida, a tu persona, a tu entorno pasa de las palabras a los hechos. Pero a los hechos que construyen y te compromete con tus semejantes. ¿Te apuntas? Suerte.

Antonio José López Gómez
Párroco de San Isidro Labrador de Almansa