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17 de septiembre de 2016

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Vivimos en una corriente actual de increencia e indiferencia, donde pensar en dioses o religiones no solo no tiene sentido, sino que en muchos casos nos produce rechazo.

El momento que ahora estamos viviendo en nuestra sociedad actual, de terrorismo, atentados y muertes en nombre de dios y de la religión, nos produce desprecio e impotencia.

Somos una sociedad moderna, que nos preocupan muchas cosas, pero que desde luego, dios y la religión no es una de ellas.

Somos gente independiente que vamos a lo nuestro, gente moderna y actual sin ataduras que podemos hacer y decir lo que queramos y cuando queramos, porque esta es  la sociedad que hemos creado.

Y visto así, la verdad es que pinta muy bien, un hombre libre, sin ataduras ni políticas, ni religiosas, con máximos derechos y libertades, que solo debe preocuparse por lo que a él le afecta o lo que le afecta a aquellos que quiere.

Sin embargo os hago una pregunta muy significativa. ¿Es usted feliz?

Plenamente feliz, o por el contrario ¿experimenta una felicidad fugaz que viene y va y dura tan poco que no da tiempo ni a disfrutarla?

Me atrevería a decir que usted puede ser una de esas personas, que aun actuando libremente y sin ataduras ni imposiciones morales o religiosas, es usted incapaz de encontrar la felicidad permanente.

Y ahora se puede usted preguntar: ¿y por qué?

El ser humano ha evolucionado mucho y nuestra vida y la manera de vivirla también, pero la naturaleza humana, NO, y he aquí el problema, el hombre no puede negarse a sí mismo.

Y dos cosas: la primera es que el ser humano es un ser religioso por naturaleza. La segunda que tenemos muchos más dioses de lo que pensamos.

El evangelio de hoy nos habla directamente de varios dioses y más concretamente nos habla del dinero. El dios dinero….

Y es que aunque seamos tan modernos, tan actuales, tan libres, tan indiferentes…. Nuestra vida está llena de dioses y además, de malos dioses que toman nuestras vidas y la viven por nosotros sin darnos opción a pensar y arrastrándonos continuamente.

Comodidad, bienestar, bienes, abundancia, dinero, ambición, envidia, egoísmo, poder, reconocimiento, protagonismo, soberbia, rencor, ser el mejor o los mejores, tener, poseer….

Cuántos dioses seguimos sin apenas darnos cuenta y la influencia que tienen en nuestra vida.

¿Y cómo puedo encontrar la felicidad permanente?

Pues muy claramente nos lo dice el evangelio de hoy, no podemos servir a varios dioses, debemos de desprendernos de todos nuestros dioses (que no es fácil), pero es el primer paso, porque si ellos siguen en nosotros nunca podremos cambiar.

Y ahora diréis, ya está aquí la imposición de un dios, pero no es así, no el Dios de los cristianos; quizá la oferta de Jesucristo es menos golosa en un principio si hablamos de ser sinceros y humildes, si hablamos de ser justos y agradables, si hablamos de ser alegres y desprendidos de lo mundano….

Y esto no es ir por ahí pegándose puñetazos en el pecho diciendo lo buenos que somos, ni tampoco dejar nuestra vida, ni nutras obligaciones ni nuestros trabajos para irnos de misioneros…. Tan solo tenemos que ser más humanos, más coherentes, más sensatos.

Nuestro corazón sabe lo que está bien y lo que está mal, solo tenemos que parar a escucharlo.

Jesús no es una imposición, Jesús no es una limitación.

Pueden no detenersen en el evangelio, pueden no mirar ni aprender del ejemplo de nuestro Dios Jesucristo, pueden decir que eso ya no se lleva o que ha pasado de moda, pueden culpar a los curas o las iglesias, pueden decir que ustedes no son religiosos o no creen en nada. Pero no digan nunca que son libres, porque nuestras vidas están llenas de dioses que nos impiden alcanzar la felicidad.

Si quieren ser libres, si quieren conocer la autentica felicidad, póngase delante del crucificado, mírelo atentamente, cierre los ojos y escuche.

Feliz domingo, Cristo ha Resucitado y nos ha hecho libres para siempre. 

Pedro Jesús García Cortijo
Diácono Permanente de La Roda