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9 de septiembre de 2017
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Alta cocina, alta repostería, alta cosmética, alta costura, alta perfumería, alta joyería, alta peluquería, alta lencería, alta tecnología, alta definición, alta frecuencia, alta gama, alto mando, altos cargos, alta jerarquía, alto standing, alta escuela, alta calidad… Bufff!!!
Y podríamos seguir añadiendo muchos más “altos y altas” a la lista que, aplicadas al cuerpo, al placer, al tener, al poder… Parecen ser hoy un signo ¿inequívoco? de “alta felicidad”. ¿En verdad lo creemos así? ¿En verdad secundamos esta moción?
Al leer la Palabra que Dios nos dirige hoy, me vienen automáticamente a la memoria unos versículos y un poema santo. Voy a recordarlos, me parece que contienen la esencia y el perfume de una “alta felicidad”.
Los versículos pertenecen al “Cantico de Zacarías o Benedictus” del evangelista Lucas: “…Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo […] Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
El poema, de Santa Teresa de Jesús lo conocemos todos: “vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. […] vivo en el Señor que me quiso para sí, cuando el corazón le di […] esta divina prisión, del amor en que yo vivo, ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón”.
Jesús de Nazaret, el niño que ha nacido de lo Alto, es el Amor, la Misericordia, el Perdón, la Luz-faro que guía a todos los hijos de Adán inmersos en la tiniebla, la Verdad que, a precio de sangre, anuncia que Dios es Justo, es un Rostro por conocer y reconocer, contemplar y servir en el prójimo. Amor, Misericordia-Perdón, Luz, Verdad, Justicia –con mayúsculas- no son palabras abstractas. Son un Rostro, es el Rostro de nuestro Dios. En Jesús no hay vacíos, ni condenas, ni desprecio, ni ira, ni orgullo, ni vanidad de vanidades, ni falsas máscaras o actitudes… Sus palabras, proceden de un corazón lleno de Dios, palabras que invitan a la conversión del corazón del hombre, y su fuerza es el Amor. – Misericordia – Perdón – Paz que resucitan a una vida nueva, llena de valor para tener esperanza y alcanzar la más alta de nuestras metas: a Dios-el Altísimo.
Un corazón poderoso como el de Jesús, cerrado fuertemente al vacío del Tentador y a toda tentación, un corazón abierto, lleno, pleno de Dios, dispuesto siempre por Amor y Misericordia, a la corrección y la sabia enseñanza, en aras de obtener la conversión del corazón y la libertad del hombre… me hace pensar ¿Sera esta la más “Alta Gracia” que podamos pedir a Dios, al reunirnos dos o más invocando el nombre de Jesús? ¿Será este el principio y motor de la más alta felicidad que Dios quiere para el hombre? ¿Será esto lo que en realidad tenemos que atar-desatar en la tierra y tiene reflejo en el Cielo?
Zacarías canta. Santa Teresa es una mujer feliz y así lo expresará: soy libre, y prisionera de este Amor, es Jesús quien vive en mí, Dios se hace mi cautivo, fue Él quien me llamó, me reclamó para sí, le entregué mi corazón, y muriendo a toda tentación, sé que no muero, pues me espera la más alta Vida en Dios.
Sin duda, Dios “se sienta por encima de…” todo lo que nos atrevemos a poner el sobrenombre de lo más “alto o alta” claro que sí. Y todo lo más “alto o alta” ha de ser para mayor gloria, alabanza y servicio al propio Dios-Altísimo y no para hacer del hombre un mero esclavo encadenado a sus propias y personales inquietudes; Nunca para que los más mundanos “altos y altas” llenen el vacío del corazón del hombre de tal manera que no quepa ya el Dios-Altísimo. ¡Y lo peor es que no seamos conscientes de ello!
Un corazón lleno de mundanos “altos y altas”, no será capaz de descubrir a Jesús, el Dios que viene de lo Alto, no será capaz de ver la Verdad, ni de ejercer Misericordia y mucho menos de impartir Justicia; Será más bien un corazón esclavo que nadará continuamente en un mar de oscuridad y tiniebla, aun sin saberlo, será un corazón muy lejano al conocimiento del Espíritu y de la Paz de Dios y en consecuencia nunca “deberá ni pagará con Amor” ni a Dios ni al prójimo. Y por supuesto incapaz de recibir la más mínima corrección -aunque fuera fraterna-.
El ejercicio y práctica de la corrección fraterna a la que Jesús nos llama hoy, a mi pobre y humilde entender, será siempre un pecado, un acto de pura soberbia, si el corazón no está lleno de “alta Gracia” de Dios.
El que canta, sabiendo lo que canta, reza dos veces. Acabemos con una conocida canción, mucho más apropiada que el título de este artículo, pidiendo la conversión y la “Alta Gracia” a María, la Madre Buena “…tantas cosas en la vida nos ofrecen plenitud y no son más que mentiras que desgastan la inquietud…”.
José Antonio Abellán Jiménez
Párroco de La Purísima de Nerpio