José Luis Crespo Bernardo, CM
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1 de septiembre de 2018
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Es lo primero que me viene a la cabeza a la hora de comentar brevemente las lecturas de este Domingo.
Percibo en mí, que tus palabras, que tus mandatos son Espíritu y vida. Arde mi corazón al oír: “Escucha, Israel, los mandatos del Señor son vuestra sabiduría, vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos”. No son meras órdenes, prohibiciones. Son luz, guía, horizonte. Los mandatos del Señor son vida. “No añadáis nada a lo que yo os mando, ni suprimáis nada.” Es un Dios celoso. Cuida y mima la vida, no duerme ni reposa, escucha los gritos de su pueblo. ¡Qué bien lo refleja el libro del Deuteronomio: ¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
También es una Buena Noticia la que nos comunica la Carta del Apóstol Santiago: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: visitar a huérfanos y viudas y no mancharse las manos con este mundo”. Esa es la justicia en la biblia: socorrer a huérfanos y viudas y esa es su propuesta: no os dejéis llevar de la espiritualidad mundana, la del brillo, de la apariencia, del éxito, de la hipocresía, del dominio, dejar el camino de los protagonismos y tomar la senda de la humildad. Lo vuestro es la evangelización de los pobres. Lo demás que sea de pasada. Evangelizar al huérfano y a la viuda y desde ellos a los demás. Hoy los desplazados, los refugiados, los inmigrantes nos facilitan la práctica de la religión pura e intachable.
Entrar en este clima que te ofrecen los mandatos del Señor, practicar la religión auténtica e intachable nos transforma en personas vitalistas, cantores de la vida. Mirar y contemplar la bondad de Dios, presente en el huérfano y en la viuda es vivir y experimentar la salvación.
Por eso en la liturgia de hoy es muy significativo, muy expresivo el salmo 14: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino… El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente…”.
Vivir los mandatos, vivir la religión en esta dirección es vivir limpios, es vivir de manera transparente. Esta es la pureza que agrada al Señor. Jesús en el evangelio de este día critica a los fariseos que convierten en principales e importantes algunos mandamientos que, en realidad son secundarios, ya que se trata de un conjunto de prácticas y ritos externos que la tradición ha creado… “pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse las manos… y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas”.
Está claro que la religión de los fariseos y de los letrados es otra, es otra concepción. En el evangelio tenemos una muestra: “no comer sin lavarse las manos antes, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores”. Y como estas muchas. Es una religión de normas, preceptos, tradiciones, puramente externas. Falta algo, es incompleta. Falta el corazón. “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”. Si no hay corazón, conciencia, interioridad Dios está en otra parte. No se contenta con la fachada, quiere echar una mirada en el interior de la casa, en el interior de tu vida.
Y es que del corazón, de lo profundo nace la bondad, la sinceridad, la honradez, la honestidad. Es en el corazón donde se fraguan y maduran las convicciones profundas, las decisiones fundamentales y las orientaciones globales de la vida.
Hoy, también, en nuestro tiempo, como en el tiempo de Jesús el fariseísmo se da, aparece en muchos momentos. Son todas esas ocasiones en las que se pretende tapar con una imagen exterior la suciedad que se lleva dentro. Por eso dice Jesús: “lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Sin duda es una realidad muy palpable, tiene plena vigencia y podemos decir, sin temor a equivocarnos que es una de las tentaciones más presentes a nuestro alrededor. Como dice José María Castillo: “Uno de los problemas más graves que tienen que resolver las religiones y especialmente la Iglesia, es la tentación de darle más importancia al “parecer” que al “ser”. A muchos cristianos, concretamente, a muchos clérigos, les domina (y rige sus vidas) el convencimiento de que lo importante es “tener buena imagen”, aparecer ante la gente como hombres ejemplares…”.
Ojalá. Con tu gracia, Señor podamos pasar de lo externo, de los ritos a lo profundo, a los símbolos, que son la expresión de nuestras experiencias más hondas, más auténticas.
Ojalá cultivemos la armonía entre lo de fuera y lo de dentro. No podemos vivir escindidos, rotos.
Ojalá, fieles e implicados por la vivencia de la liturgia de este domingo podamos vivir en sinceridad, perla preciosa en el huerto del Espíritu.
José Luis Crespo Bernardo, CM
Párroco de Ntra. Sra. de la Estrella