|

26 de agosto de 2017

|

203

Visitas: 203

Pedro y la Iglesia. El apóstol Pedro es figura de la Iglesia universal. En él contemplamos a la criatura humana que se abre a la llamada divina. Una llamada a la que, Pedro responde con fe, nacida de su interior, desde lo hondo del corazón humano. Esta luz le hace dichoso en los mismos labios del Señor. La alegría de creer, de llevar la buena nueva a los que aún no la han descubierto, esa gran luz que es Jesús de Nazaret. Al recibir las llaves, Pedro, recibe la autoridad de una realidad que lo trasciende pero a la vez depende de él. La Iglesia germinó en aquella comunidad de Jerusalén y enseguida se extendió por mil rincones del orbe conocido. Los que entraban en ella, salían poco después para misionar en otros lugares. Como el viento libre que corre donde quiere, con esa libertad que viene del Espíritu nació y pervivirá la Iglesia del futuro. 

La Iglesia del futuro pervive de personas como Pedro, el pescador del mar de Galilea. Un hombre de fe que tuvo que reinventarse después de la muerte de su Maestro amado, Jesús el galileo. Aquel que le dijo que lo haría pescador de hombres, que haría cosas mayores que las que estaba haciendo Él en el esplendor de su presencia. Así es la Iglesia del futuro, con miembros de carne y hueso, creíbles no desde la perfección ni del ocultamiento de sus fallos. Creíble por la fe de los que ponen toda su vida en un arado y les es imposible volver la vista atrás.

Claves de identidad. La Iglesia aun estando formada por seres humanos, con virtudes y pecados, con errores y aciertos, es una realidad sagrada. Querida y promovida por Dios Padre bueno que planeó una historia de salvación para este mundo. Jesús, su Hijo, les hizo preguntarse a la primera Iglesia por sus propias identidades y desde ellas acceder a la divinidad. Es en el interior de cada discípulo donde se abre el camino hacia la revelación divina. En ese camino espiritual adquirimos un nombre pronunciado por el Creador y escuchado con gozo por su criatura. ¿Quiénes somos? ¿quién es Dios para nosotros?

No es fácil responder a preguntas, y menos es, formularse las verdaderas preguntas. Pero si caemos en la tentación de eludirlas y pasar de largo o de pies puntillas sobre ellas, corremos el riesgo de malograrnos. Y no es amenaza, es realidad, que muchas personas dejan de un lado la humanidad que deben cultivar y hacer crecer, en los terrenos pedregosos de la superficialidad y el consumismo. El evangelio de este domingo nos propone ser personas de interrogantes más que sabiondos de respuestas hechas o prefabricadas. Bien elaboradas en las encuestas sociológicas que son como vientos que nos indican por donde ir por la corriente más generalizada, pero no nos previene del peligro del equivoco.

Apertura del Pueblo de Dios. Edificar es una acción que tiene mucho que ver con la fecundidad. Ser iglesia de la llamada es ser iglesia de la levadura en la masa de la realidad. Las llaves de la Iglesia en construcción abrirán puertas que parecían muros cerrados a cal y canto. Abrir puertas y ventanas no solo para respirar nuevos aires, sino también para poder acometer la misión que desde inicio es la razón de ser: servir y amar a la humanidad. 

Esto que nos dice el papa Francisco con ser Iglesia en salida, sin miedos como nos decía San Juan Pablo II, ante lo que nos toca que acometer, que es la edificación, no de un templo o parroquia nueva, sino de la vivencia del cristianismo en el mundo de hoy. Hay puertas que se abren en una diócesis de Albacete puesta en movimiento, en misión. No sólo por obediencia al primado de Pedro, que también, a pesar de tantos palos en las ruedas que le ponen los de dentro, a este buen pastor, que Dios nos ha regalado con el papa Francisco. No por obediencia sino por oportunidad de descubrir al atravesar las fronteras de los territorios más conocidos y andados, que también hay presencia del Nazareno, allí donde pensábamos que se acababa la cristiandad. El Pueblo de Dios, especialmente la mayoría del mismo, que es su laicado, emprende un camino sin retorno, como el pueblo fiel que anduvo tantos años hasta la tierra prometida. Jesús cuando sacó aquellos obreros laicos pescadores de sus comodidades y raíces galileas, les puso en el mismo camino que los arameos errantes. Y si prestamos atención a sus palabras para nosotros hoy, nos sacará de nuestras casillas para hacernos caminantes sin camino, profetas sin tierra y evangelizadores con espíritu.

Plegaria. Como el mejor de los maestros, Jesús, supiste formular las preguntas realmente importantes.

Como pedagogo paciente y sabio, descubriste la luz que cada discípulo llevaba dentro de sí.

Y hasta les diste llaves de autoridad y responsabilidad…

Danos, Señor, el coraje de Pedro, hijo de Jonás, para salir del vientre del gran pez en el que a veces permanecemos ocultos, tus discípulos.

Esta fuerza nos sacará de nuestra mediocridad a la hora de vivir el cristianismo. No nos evitará persecuciones ni lamentaciones, pero nos abrirá caminos nuevos llenos de esperanza.

Pues hay muchos que sin conocerte aún, harán cosas aún mayores que las nuestras, humildes siervos inútiles que somos de tu Evangelio. Amén.

Antonio García Ramírez
Párroco de San Roque de Hellín