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19 de agosto de 2017

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El evangelio del día, el conocido dialogo de la mujer cananea con Jesús, nuevamente vuelve a sorprendernos con un hacer y una respuesta que resulta sorpresiva por parte de Jesús y es que Dios siempre nos descoloca. La sorpresa que suscita nos lleva nuevamente a la renovación de la fe y a la rotura de esquemas que limitan nuestras pobres acciones evangelizadoras.

En este caso, Jesús fue al encuentro de los que están en la periferia, él mismo fue un hombre de periferia. Comienza su predicación en Galilea, región alejada del Templo. Pasó su vida e incluso su muerte en medio de personas que habían sido marginadas en las distintas dimensiones de su ser: Mujeres, extranjeros, enfermos, oprimidos, delincuentes, a los que se considera alejados de Dios… Pero todos tenían un denominador común, la búsqueda, la necesidad y el reconocimiento de Dios fuera de los cauces comunes.

La mujer cananea pertenece a lo que hoy llamaríamos alejados y ateos, inicia una búsqueda intensa para aliviar un sufrimiento. Y si el sufrimiento propio resulta insoportable, ver el sufrimiento de un hijo es algo desgarrador y se atreve como madre, a ir más allá, soportando incluso la humillación y el insulto para conseguir aliviar a su hija. El encuentro con Jesús se inicia con una petición y termina con un dialogo profundo que trasforma, no le importa el desprecio mostrado por los discípulos o el “silencio administrativo” de Jesús, su hija, el don más preciado, está oprimida, dominada, sufre. Busca con celo quien pueda liberar a su bien más querido. Y yo como madre me pregunto y me angustio con aquellas cosas que puedan hoy oprimir a mis hijos, con todo aquello que pueda hoy privarlos de vivir una vida plena y me interrogo como podría ayudarlos a que ellos buscaran con ardor aquello que pueda liberarlos y darles felicidad y alegría. La mujer cananea sin proponérselo actúa de mediadora y por perseverancia y valentía logra que la acción de Dios alcance a su descendencia.

En un mundo alejado, que no siente la necesidad de Dios ¿qué está oprimiendo a nuestros hijos? que legado le vamos a dejar, en manos de qué o de quien vamos a dejar su futuro, como deben ser nuestras mediaciones para indicarles en que fuente pueden beber para que les libere de las ataduras que los cautivan y a la larga les traerá infelicidad.

Otra de los interrogantes que me surgía con esta punzante narración que me cuestiona, es la misión evangelizadora entendida por los discípulos y por tanto por todo el pueblo judío como delimitada sólo para ellos, este pasaje del evangelio me redefine por tanto la Misión y me llama a sentir que “también yo debo ser misionero”, con mis hijos, mis vecinos, mi gente… creerme que puedo ser mediación para comunicar la felicidad y el gozo de sentirse amado por Dios.

Estamos inmersos en la Misión Diocesana Evangelizadora, convocada por nuestro Obispo, entramos de lleno en el tercer tramo el próximo 8 de diciembre. La llamada Comunidad de discípulos como Iglesia misionera: Discípulos que anuncian el Evangelio.

El pasaje del evangelio de hoy, nos pone en actitud de salida para llevar la alegría del Evangelio. Una familia que sufre alcanza la felicidad con la liberación y felicidad de su hija. El método que utiliza Jesús hace cambiar actitudes, instituciones, estilos, lenguajes y horarios incluso disponibilidades.

Los destinatarios de esta acción misionera son todos los hombres y mujeres, en este caso los cananeos, en el contexto actual todos los que quieran oír el mensaje esperanzador del Reino de Dios, en mi barrio y mi ciudad.

Protagonistas de esta iglesia en salida, discípula y misionera estodo el Pueblo de Dios, por tanto, yo también soy protagonista y mi campo de acción, todos los ámbitos de la acción pastoral: catequesis, liturgia, caridad, espiritualidad y formación: en la casa y oficina, en la escuela y la universidad, en la calle y en nuestra propia Iglesia.

Para el Papa, el espíritu de la misión ad gentes “debe convertirse en el Espíritu de la misión en la Iglesia en el mundo: salir, escuchar el grito de los pobres y de los alejados, encontrar a todos y anunciar la alegría del Evangelio”

La cuestión no es estar sólo acompañando a Jesús, como los discípulos, es sentirse verdaderamente llamado y urgido a llevar esa alegría del evangelio que libera de viejos y actuales demonios que nos quitan la paz y nos dan sufrimiento.

Buen domingo, feliz misión evangelizadora, la tarea apremia.

Carmen Jiménez Tejada, laica Carmelita