|
2 de agosto de 2014
|
98
Visitas: 98
Cuando escribo estás letras, hace solo unos días que llego de Guatemala donde he estado celebrando mis bodas de plata sacerdotales con las comunidades donde compartí el caminar de fe durante 10 años. Me acompañó el P. Cirilo, un misionero carmelita incansable que ahora está en la capital y en cuya parroquia tienen un comedor para niños y niñas que se llama “la multiplicación de los panes” y que es el tema del evangelio de este domingo. No me puedo resistir a hacer mi comentario desde lo vivido allá. La frase que encabeza esta reflexión es de Jesús, pronunciada en una escena del evangelio muy conocida y que, sin duda, llamó grandemente la atención de sus contemporáneos.
Evocamos el momento: Jesús está rodeado de una multitud de pobres y necesitados de la provincia depauperada de Galilea, y se siente “tocado” por la situación de abandono del pueblo, cura y predica. “Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos”. Le escuchan con entusiasmo, la palabra y mensaje de Jesús responden a sus anhelos profundos de vida y libertad. Despierta esperanza y se les pasa el tiempo sin darse cuenta. Es tarde y el hambre se hace presente, por ello es hora de irse a otro lugar y buscar cómo quitarse el hambre; “despide a la multitud, que se vayan” le piden sin rubor los discípulos. Jesús les replica con una orden tajante que muchas veces los cristianos satisfechos no queremos ni escuchar: “dadles vosotros de comer”.El hambre fue la realidad clamorosa sentida por Jesúshace dos mil años y sigue siendo el gran reto en el mundo de hoy, exigencia urgente. Frente a la categoría del “comprar”, Jesús propone otro camino: “dar de comer”, “compartir el pan y los bienes”.
Esta exigencia-imperativo de Jesús a sus discípulos, fue la inspiración de un sacerdote en un barrio popular de Guatemala hace más de 25 años. Era el hambre-grito o rostro desvaído de los niños que le pedían un pedazo de pan al terminar la Misa. Se sintió tocado, interpelado por la ternura hambrienta de los niños y puso manos a la obra: dialogó con la comunidad parroquial, la motivó y con mínimos recursos, en un zaguán anexo a la capilla del barrio, pero con gran ilusión, abrieron un comedor infantil. Y además tuvieron el atrevimiento y descaro de llamarlo “La multiplicación de los panes”.
Eso ha sido durante casi tres décadas: la multiplicación del pan entre los más pobres y vulnerables del barrio: los niños y niñas. Hoy el comedor, con unas instalaciones más dignas atiende diariamente la necesidad primaria de comer de 150 niños. El hambre y la exclusión han aumentado, la petición de pan es mayor y seguirá en crecimiento ante el sistema salvaje y excluyente en que vivimos. Es la consecuencia inevitable y dramática de la “economía de la exclusión y la inequidad”, en la que grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizonte, sin salida, sin pan, sin salud… economía que mata, que margina, que impone pobreza, y nos dirá el papa: “los excluidos no son explotados, sino deshechos, “sobrantes”. Es el marco en el que quiero leer este evangelio: los sobrantes del sistema.
Esos “sobrantes” –las grandes mayorías en estos países- son los que hoy constituyen el corazón de esta comunidad cristiana e igual que ellos fueron ayudados hoy lo hacen con otros. El comedor fue y sigue siendo un símbolo de los caminos de solidaridad e igualdad a los que estamos llamados como sociedades y países. La misma comunidad parroquial sostiene este pequeño gesto. Las necesidades y gritos siguen aumentando. Desde hace cinco años se ha abierto otro espacio: una guardería infantil pensando en tantas mujeres, madres solteras y trabajadoras no cualificadas que no tienen con quien dejar a sus hijitos.
La solidaridad cunde, se abre, se extiende y produce vida. Grupos de la comunidad atienden y sirven a los niños, otros se reúnen y organizan actividades para recabar fondos y aliviar las necesidades de tantos niños de la calle, otros colaboran con múltiples ayudas…y más de 150 niños son atendidos, unos en la guardería -30- y otros en el comedor. Es el gran milagro de la solidaridad.
Los discípulos de Jesús del ayer no le entendieron, se quedaron escépticos. Era más importante “Su pan y Su pescado”. Para Jesús era suficiente si se compartía y además abundó, sobró. Esta es su alternativa: una sociedad más humana capaz de compartir su pan con los hambrientos tendrá recursos suficientes para todos. Y hay un primer paso que lo dio el mismo Dios: He escuchado el grito de mi pueblo y he bajado a liberarlo. Se trata de sabernos hermanos y humanos ante la cruda y dolorosa realidad, es una nueva mentalidad en este mundo cada vez de más de exclusión e indiferencia.
Fco Javier Plá García
Párroco de Villamalea y Cenizate