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11 de julio de 2015
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Al leer este pasaje evangélico, lo primero que me viene a la mente es la pregunta: pero ¿es que existen espíritus inmundos? Y miro a mi alrededor, y lo hago con mirada limpia, y observo que sí existen y no solamente espíritus, sino personas y circunstancias inmundas. ¿O no son inmundos aquellos que trafican con drogas o en la trata de mujeres conducidas a la prostitución? ¿O no son inmundas todas las circunstancias injustas que denuncia el Papa Francisco en su encíclica “Laudato si” y que están afectando a todo el género humano y en especial a los más débiles y pobres de la casa común, como él llama a nuestro tierra? Sí, decididamente existieron y existen.
Pero ya Jesucristo tuvo la clara visión de que no podía quedarse con los brazos cruzados, esperando a que alguien, otros vinieran a solucionar el problema. Por el contario Él había venido a rescatar a sus hermanos, los hombres de toda la porquería que ellos, nosotros habíamos creado. Contra la inmundicia egocéntrica e individualista de este mundo, sólo había un antídoto, la caridad, es decir, el amor limpio y puro llevado hasta las últimas consecuencias, la entrega total de su vida y así lo hizo, no sentado en un colchón de plumas, sino en una cruz con los brazos abiertos, como manifestando ese amor universal.
Y dado que Él iba a dejar este mundo en manos de otros, “llamó (vocación) a los Doce y los envió de dos en dos”.
Mas, como el Evangelio no se lee solamente en sentido histórico, sino en sentido vigente, actual y universal, hoy llama a todos, creyentes, medio creyentes y no creyentes, sencillamente a hombres y mujeres, que se sientan inquilinos de esta casa común, que estén dispuestos a sacudirse la indiferencia o inhibición, que impera, y trabajar por conseguir ese mundo feliz que posiblemente todos soñamos.
Y también hoy nos envía de “dos en dos”, es decir en sentido comunitario, puesto que ni somos redentores solitarios ni francotiradores. Cuando hay dos, ya hay comunidad y por consiguiente apoyo mutuo en el trabajo, y es más, a los espíritus inmundos, egocéntricos e individualistas se les vence con la fuerza del amor y para ello es necesario dar testimonio comunitario.
¿De qué amor estamos hablando? Porque esta palabra o alguna similar es la que más veces se pronuncia a lo largo de cada día, en todos los idiomas y en todos los rincones del mundo, pero no siempre se entiende en su auténtico significado, que amar es ofrenda y entrega total del ser a una persona, o a un ideal:
Jesucristo, Gandhi, Martín Luther, y montones de padres y madres, que conocen perfectamente su vocación.
¿Y tú y yo vamos a pasar por este mundo, cruzados de brazos esperando a que vengan otros a solucionar la problemática de cada día?
Seguro que tú tienes problemas y dirás bastante tengo con los míos, pero posiblemente eres fuerte y puedes enfrentarte a ellos, pero quizá a tu lado hay otro, que también los tiene, pero es más débil y ¿te quedarás tan tranquilo viéndole sufrir?
Y todavía hay más, nos envía eliminar esas inmundicias con la más absoluta pobreza, nada de dinero, nada de repuestos, con los bolsillos vacíos, porque a esta clase de elementos sólo se les puede vencer con ganas, con un corazón ardiente y con un gran espíritu de sacrificio y con una profunda sabiduría. Pero, cuidado, que no hablamos de sabiduría puramente humana, no se trata de saber mucho, sino más bien de saber lo suficiente y a esta sabiduría le llamamos sentido común y fe.
Sin embargo, ya estaba todo escrito “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Ganas de hacer un mundo más humano y por consiguiente más divino.
Cándido Córcoles Sotos
Párroco de Ntra. Sra. de la Paz