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14 de julio de 2018

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El evangelio de San Marcos deja claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores y que pretende, ante todo, proclamar al mundo que Jesús es el Hijo de Dios. Se trata de un relato con pocos comentarios, lacónico y claro en la presentación de Jesús, la figura principal, pero que también proporciona datos de sus seguidores a los que define en relación al seguimiento del Maestro. Dios se hace ayudar, y se sirve siempre de hombres y mujeres que colaboran con él en la instauración del Reino de Dios, en el anuncio de la Buena Noticia.

Seguir a Jesús no es tarea fácil. La novedad de sus enseñanzas ni es bien comprendida ni mucho menos aceptada, es más, casi nunca es bien interpretada incluso por aquellos que le siguen más de cerca porque les descoloca y hasta, en ocasiones, produce reacciones duras: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”(Mc 8, 31-32).

Los escenarios en que Jesús predicaba y enseñaba eran muy diversos, el desierto, la casa, el lago, el monte, sin embargo, es sin duda “el camino”uno de los más identificativos para el discipulado, porque ser discípulo es “ir detrás de Jesús” ¡Venid detrás de mí!(Mc 1,17) les dirá a Pedro y a su hermano Andrés, y cuando, en ocasiones  el discurso se hace tenso, Jesús increpará a Pedro  “¡Ponte detrás de mí!”.(Mc 8, 33)

Seguir a Jesús es ponerse detrás, identificarse con él, asumir su doctrina y cómo no, su destino. Ahora Jesús envía a los Doce y les da las pautas de cómo han de ser su equipaje y su comportamiento. 

Irán de dos en dos; un seguidor de Jesús no es un solitario, es un seguidor en comunidad; es un colaborador del Reino que actúa siempre en compañía. Jesús detalla exhaustivamente su equipaje: sin pan ni dinero ni alforja, tan solo un bastón y unas sandalias. El bastón como signo de la autoridad que se les confiere, sobre los espíritus, que no sobre las personas, aquí el más grande es el más humilde; y sandalias para suavizar lo escabroso y difícil de los caminos que han de transitar, porque la peregrinación es al mundo entero para que todos los hombres conozcan la Buena Noticia del Evangelio. Jesús quiere discípulos “en camino”, para nada instalados y estáticos.

Y también avisó a los suyos de que en algunos lugares no les recibirán bien ni les escucharán; que siempre se encontrarán con dificultades. Unas veces vendrán de los paisanos, como le ocurrió a Jesús en Nazaret; otras de los ajenos, los fariseos y los doctores de la ley, y es que cuando un profeta estorba, que es casi siempre, se le elimina, pero si es un profeta falso, que dice lo que halaga el oído de los poderosos, ese hará si hará carrera.

Jesús marca el camino, y el discípulo ha de seguir detrás de Él avanzando con la misión de hacer presente el Reino de Dios, y por ello lo primero que ha de hacer es abandonar cualquier otra senda particular; no tendrá otros intereses, solo se dedicará a transitar por los caminos de Dios. Renunciará a su individualidad para asociarse en comunidad e ir descubriendo por dónde ha de continuar el seguimiento, hasta entrever que la propia renuncia puede exigir la plena identificación en el destino de Jesús.

Jesús invita a sus discípulos a imitarle, y ellos tienen que exhortar a todos los que encuentren a la conversión, al cambio profundo de la mente y del corazón, y también les invita a curar las enfermedades. La enfermedad y el sufrimiento siempre han sido motivo de preocupación para la humanidad, porque en la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, su debilidad. De esta forma Jesús les hace participar en su ministerio de compasión y de curación. 

El camino siempre sugiere algo nuevo, algo distinto e inesperado que puede sorprender en cualquier recodo. Peregrinar es estar en movimiento hacia algo, y ese caminar es un andar en libertad, un acercarse cada día al Reino de la Misericordia. La itinerancia hace que en cada momento se vaya descubriendo constantemente algo nuevo, algo distinto, y exige libertad para ir más allá de lo invariable. Jesús es el “Gran Itinerante” que proclama el reino de Dios, y transmite a sus discípulos, que en ese “camino”han de constituir una comunidad; comunidad de “Evangelio en camino”.

Carlos del Olmo Jiménez
Diácono Permanente de La Roda