|

12 de agosto de 2017

|

212

Visitas: 212

La sombra de la muerte atemoriza a todos los mortales. Desde el niño que nace llorando hasta el moribundo en su última etapa de vida, todos estamos atravesados siempre con el pensamiento trágico de la muerte. Parece que el miedo a la muerte permanece en el horizonte de todos los vivientes aunque muchas veces creamos que si no la nombramos no pasa nada; como cuando se le dice al niño: “¡que viene el coco…!”. Pues eso: que el ‘coco’ de los adultos es la muerte.

El día había comenzado muy bien: la multiplicación de los panes había sido un momento glorioso… Hasta aquel pan tenía sabor de vida, de alegría y ¿por qué no…? también tenía sabor de triunfo sobre lo imposible porque de no tener nada más que cinco panes y dos peces, Jesús hace el milagro de multiplicarlos para dar de comer a más cinco mil personas. Pero sigamos.

Jesús les dice a los apóstoles que se marchen por delante a la otra orilla. Que él irá después. Despide a la gente y sube a la montaña a orar. Un día tan ajetreado requiere un tiempo de oración, de encuentro con Papá-Dios como a menudo hacía.

El grupo de los discípulos han subido muy contentos en la barca. Es noche cerrada y van comentando con optimismo el ‘éxito’ de Jesús dando de comer a tanta gente. Sin darse cuenta  empieza a formarse una tormenta enorme y la barca cada vez zozobra más; tanto que temen hundirse porque la barca parece una cáscara de nuez a merced de las olas. Temen ahogarse, temen la muerte. 

Pero, de pronto, ven a Jesús ¡andando sobre el agua! Si antes tenían miedo al agua de las nubes de tormenta y al agua del mar bravo, su temor aumenta ahora al máximo pensando que Jesús es un fantasma y tanto miedo les dio que se pusieron a gritar. Confunden al que viene a salvarlos y quitarles el miedo con el peor fantasma.

Me imagino que Jesús, el Señor, se sonreiría con cariño viéndolos con tanto miedo. Por eso les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.

Y aquí está Pedro, el más atrevido, que le hace una apuesta a Jesús: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya hasta ti caminando sobre el agua”. Con toda sencillez Jesús le dice: VEN. Sin pensarlo dos veces Pedro saltó y comenzó a caminar pero enseguida los miedos y los fantasmas que él creía ver, le hacen dudar y empieza a hundirse y, me imagino, que a tragar agua, toser… Cuando más miedo sentía hundiéndose, noto que los brazos fuertes de Jesús lo levantaban y, a la vez, le decía: ¿Por qué has dudado? Seguro que se lo diría con la misma ternura de un padre cuando enseña a su hijo a nadar, o a montar en bicicleta y el niño se asegura bien en las manos de su padre.

Pedro, en lugar de contestar a la pregunta, le hace una aclamación que espontáneamente le sale del alma y espanta todos sus miedos: “Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios”.

Seguro que se acordó de la mañana cuando Jesús había multiplicado los panes.

Creo que podemos afirmar que todos tenemos miedos; desde los pequeños miedos hasta el miedo a la muerte, que es la madre de todos los miedos. El miedo nos ata y nos paraliza. El miedo crea fantasmas y los fantasmas son difíciles de vencer si no nos enfrentamos a ellos con decisión. Necesitamos escuchar las tres frases del Señor sobre mí, sobre la humanidad: ¡ÁNIMO, SOY YO, NO TENGAS MIEDO!

La fe en Jesús de Nazaret eliminó todos los miedos de los apóstoles incluido el miedo a la muerte pues todos murieron mártires y gozosos dando su vida por el Señor. Pero ¡cuidado! La fe en Jesús de Nazaret no es aceptar verdades o cumplir ritos y ya. No. La fe es confiar plenamente en él y en lo que nos pide en su Palabra. Por eso Pedro le grita: ¡SEÑOR, SÁLVAME!

La barca puede ser el signo de la Iglesia. Sí, puede ser. Pero hoy día y tal como está el mundo parece que la barca es el mundo entero que zozobra en los cuatro puntos cardinales. Estamos haciendo saltar por los aires los cinco continentes y sus mares respectivos, convertidos en cementerios de hambrientos y perseguidos. Nosotros solitos nos estamos destruyendo. La palabra amor, unión y entrega se han convertido en aprovechamiento, ambición y mentira. Hemos llegado a la desfachatez de creer que porque hemos nacido en una tierra ya es nuestra y además… tenemos que echar a los que vengan.

Hoy un buen día para pensar o rezar con este evangelio en la mano: cuáles son mis miedos personales (pequeños y grandes miedos) y mis fantasmas; cuáles son las tempestades familiares, locales o del mundo entero en la actualidad. Verás que hasta te saldrá espontáneamente los suspiros y oraciónnes de Pedro: SEÑOR, SALVAME; SEÑOR, SÁLVANOS. TÚ ERES EL HIJO DE DIOS.

César Tomás Tomás
Párroco de San José (Albacete)