|

5 de julio de 2014

|

219

Visitas: 219

Jesús de Nazaret es extraordinario, su mensaje fascinante. Con una naturalidad que llama la atención nos sorprende recordando lo esencial, lo auténtico, lo que de verdad importa. Jesús curó, animó, mostró caminos, oró… Lo sigue haciendo. Hoy el Evangelio nos muestra a Jesús dando gracias. Algo tan sencillo como ser agradecido. Ya lo decían nuestros mayores: es de bien nacidos ser agradecidos. Y Jesús lo es. Agradece a Dios.

Y es que…, a veces se nos olvida agradecer, saborear la vida, respirar hondo. Algo tan sencillo y barato que no hay que declararlo al fisco. Jesús hoy nos recuerda que la vida es ser agradecidos, mirar las cosas buenas, saborear la belleza, los pequeños detalles del día. Una vida plena está en saber vivir con sencillez el don de la vida.

Jesús nos anima a venir a Él, a escucharle, a rumiar sus palabras. Nos invita a despertar a este regalo de la vida. Andamos cansados, agobiados por el horario, por la tarea de la educación de los hijos, por la presión de llegar a fin de mes sin deudas, por el miedo a perder el trabajo, por la rigidez de no fallar ni equivocarme en la vida. Jesús hoy nos habla de descansar, de relajar el corazón, de tranquilizar el alma. Es un ofrecimiento de aprendizaje en la mansedumbre y humildad del corazón.

Jesús es el maestro, aquel que ha aprovechado la vida plenamente. Ha sido feliz y ha hecho feliz a muchos. Propone seguirle en este camino de crecimiento personal y la gente lo ha logrado. Crea escuela y abre el plazo para matricularse. No hace falta pagar nada, todo es gratuito. Tan solo querer aprender y dejarse hacer.

La Palabra de Vida nos recuerda que a veces se nos olvida entender nuestra persona, aquello que es la razón de nuestra existencia. Se nos olvidan las cosas esenciales y nos quedamos en las cosas secundarias. A mí personalmente me pasa. A veces se me olvida… respirar hondo, sonreír más, escuchar el canto de los pájaros, soñar, saludar al vecino, mirar al cielo, confiar en Dios… Es tal mi olvido que a veces también me descuido de preguntarme cómo va mi propia vida.

Y es que… a veces se me olvida incluso mirar a Dios, esperar su acción, contemplar su Palabra. Reconozcamos que hemos apartado a Dios de nuestra vida, de nuestra sociedad, de nuestro lenguaje, de nuestras tertulias. Dios ya no está en nuestro horizonte. En esta nueva sociedad que vamos creando cada día hay más hueco para el estrés y menos para Dios. Hemos crecido en saber, en estudios, en comunicaciones pero hemos perdido en humanidad. La gente sigue sufriendo, hay más desigualdades e injusticias, hay más desasosiego.

Jesús nos recuerda que el camino no es el de ir en contra del progreso y el futuro sino el de la sencillez. Volver a mirar a Dios y agradecer el don de vivir. Un progreso que olvida a la gente, que descarta a parte de la sociedad no lleva a nada. Toca volver a recordar que somos familia, que somos hermanos, que vivimos en fraternidad.

Es verano y es tiempo de descanso, de hacer cosas nuevas, de tranquilar el alma y la mente. Tiempo propicio para agradecer, para mirar las cosas de otra manera, para saborear el don de la vida: cada amanecer, la brisa fresca que mueve las cortinas por la noche, el agua fresca de la piscina, la compañía de la persona querida que día a día está a tu lado. Es tiempo para recordar lo olvidado, romper la rutina y perdonarse los fallos.

A veces se me olvida mirar a Dios, las nubes y el cielo, contemplar la naturaleza. Olvido a Dios y por supuesto también a los demás, a los que sufren, a los pobres, a los que la sociedad descarta por no producir. En mi proyecto vital sólo pienso en mí y en cómo encontrar soluciones para las mil cosas que llevo entre manos. Y en mi corazón, en mi tiempo, en mis proyectos, en mis relaciones, no está Dios. Estoy cansado y a veces agotado.

Jesús habla de un secreto. Algo escondido pero revelado a unos pocos: la gente sencilla. Esos que saben saborear cada día. Volvamos a poner a Dios en el centro de nuestro corazón. Vayamos a Él y encontraremos nuestro descanso. Aprendamos de Jesús, manso y humilde de corazón. Espero que esto no se me olvide…

José Joaquín Tárraga Torres
Delegado Diocesano de MCS y Jóvenes