+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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4 de abril de 2020
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Ha terminado la Cuaresma, el tiempo de conversión interior y de penitencia; ha llegado el momento de conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Después de la entrada triunfal en Jerusalén, ahora nos toca asistir a la institución de la Eucaristía, orar junto al Señor en el Huerto de los Olivos y acompañarle por el doloroso camino que termina en la Cruz.
Durante la Semana Santa, las narraciones de la pasión renuevan los acontecimientos de aquellos días; los hechos dolorosos podrían mover nuestros sentimientos y hacernos olvidar que lo más importante es buscar aumentar nuestra fe y devoción en el Hijo de Dios.
La Liturgia dedica especial atención a esta semana, a la que también se le ha denominado “Semana Mayor” o “Semana Grande”, por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien, por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar y recibir el castigo merecido por nuestros pecados.
Para esta celebración, la Iglesia invita a todos los fieles al recogimiento interior haciendo un alto en las labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo.
Para los cristianos, la Semana Santa no es el recuerdo de un hecho histórico cualquiera, es la contemplación del Amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección.
En los inicios de la Cristiandad, ya se acostumbraba la visita de los Santos Lugares. Ante la imposibilidad que tiene la mayoría de los fieles para hacer esta peregrinación, cobra mayor importancia la participación en la liturgia para aumentar la esperanza de salvación en Cristo Resucitado.
Con la participación en las celebraciones litúrgicas, este año será siguiéndolas por radio o televisión desde el mayor de los recogimientos, en la intimidad, en familia, pidiendo a Cristo que pronto pase de nosotros este mal y pudiendo realizar actos de piedad, en familia desde casa, con los materiales que hemos proporcionado desde la Delegación Diocesana de Liturgia y Música Sacra a vuestros sacerdotes para que os los hagan llegar. Pero no por eso nos debemos quedar en lo anecdótico, sin nada que nos motive a ser más congruentes con nuestra fe. La auténtica vida cristiana requiere la imitación del Maestro, busca parecernos más a Él. Para nosotros, no existen cosas extraordinarias: calumnias, disgustos, problemas familiares, dificultades económicas y todos los contratiempos que se nos presentan servirán para identificarnos con el sufrimiento del Señor en la pasión, sin olvidar el perdón, la paciencia, la comprensión y la generosidad para con nuestros semejantes. La muerte de Cristo nos invita a morir también, no físicamente (aunque este virus ya se ha cobrado muchas vivas, seguro que resucitaran con Cristo), sino a luchar por alejar de nuestra alma la sensualidad, el egoísmo, la soberbia, la avaricia… Es decir, la muerte del pecado para estar debidamente dispuestos a la vida de la gracia.
Así, mediante la celebración y contemplación del Triduo Pascual y el concretar propósitos, para vivir como verdaderos cristianos, la Pasión, Muerte y Resurrección adquieren un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos llevarán, en un futuro, a gozar de la presencia de Cristo Resucitado por toda la eternidad.
Buscad y mirad el rostro del Señor y dejaos mirar por Él. También recomendaría, especialmente en estos días Santos, tomar un libro de los Santos Evangelios y leer con calma, y por entero, el relato de la Pasión. Pero, sobre todo en este año, que las circunstancias requieren permanecer en casa, sin realizar esas piadosas visitas al Monumento o asistir a las tradicionales procesiones, os animo a vivir la Liturgia desde casa por los medios de comunicación (radio o televisión) y con los materiales proporcionados desde la Delegación de Liturgia y Música Sacra, en su cumbre de amor que es la Eucaristía, y a estar ciertos, por su gracia, que ningún pecado es más grande que la misericordia de Dios. Creed en su perdón, acercaos al Sacramento de la Misericordia del perdón de los pecados, cuando este Estado de Alarma nos lo permita, y recibid el perdón que nos ha conseguido Cristo en su Pasión y su Cruz. Recibamos su misericordia personalmente, la que nos libera de nuestro pasado, de nuestros pesos de conciencia, la que nos hace personas nuevas.
En estos días Santos, más que nunca: Miremos a Jesucristo crucificado y busquemos su mirada pero, sobre todo, busquemos su Misericordia y Perdón.
Feliz Semana Santa.