Manuel de Diego Martín
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24 de enero de 2009
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El pasado día veinte de enero, como es tradicional en el pueblo americano, fue investido como presidente Barak Obama, el ganador de las elecciones presidenciales el pasado mes de noviembre.
Una mujer me comentó entusiasmada la belleza de la investidura presidencial que parecía toda una liturgia cristiana. Allá se repitió montón de veces la invocación de Dios salve a América, se recitó el Padrenuestro, y se hizo el juramento sobre la Biblia. Me decía mi interlocutora: “¿por qué aquí en España hay tanto recelo, tanto rechazo, a usar los símbolos religiosos en ceremonias parecidas?, ¿es que somos tan diferentes a los americanos? Mi respuesta es que ahora, con esa hipersensibilidad por un estado laico, no es posible cosas similares entre nosotros. Estamos pasando un fuerte sarampión que nos hace dar la espalda a nuestras mejores tradiciones. Algo de esto les pasó a los americanos por los años sesenta pero ahí siguen conservando su tradición. Ojalá nos pase a nosotros algo parecido.
Bien, que Dios salve a América, que Dios salve a Obama. Es de admirar que el nuevo presidente antes de la ceremonia de investidura se acercase a su Iglesia para orar, dicho de otra manera a invocar al Creador diciendo: “Señor, Señor, ayúdame en esta ingente tarea que hoy se me encomienda”.
Pero el evangelio, que Obama conoce muy bien, dice que no basta con decir “Señor, Señor, sino que lo que importa es hacer la voluntad de mi Padre del cielo”. Obama se nos presenta y a nivel planetario lo han repetido los medios, como el gran hombre que viene a traer al mundo un poco más de esperanza. Dios quiera que así sea. Pero sabemos que Obama en su trayectoria política ha sido un hombre del sí al aborto. En ciertas votaciones que por aquellos lares se celebraron, él siempre levantó la papeleta del sí.
Pues bien, hoy decimos que Dios salve a Obama, para que tenga voluntad y acierto para luchar por los derechos y la dignidad del ser humano, de todo ser humano. Y el primer derecho del ser humano es el derecho a nacer, el derecho a vivir. Así pues si Obama ha dicho en la investidura “Señor, Señor” lo que esperamos ahora todos es que cumpla hasta al el último tilde con la ley del Señor. Y la voluntad del Señor es que todo hombre viva. Como nos decía ya en el siglo segundo S. Ireneo, “la gloria de Dios es que el hombre viva”. Que todo hombre viva en dignidad y libertad. Que Dios salve a América, que Dios nos salve a todos nosotros.