Pablo Bermejo

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23 de febrero de 2008

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La manera en que nos comportamos a diario depende directamente de las personas con las que nos encontramos y también de nuestro estado de ánimo. Obviamente no nos comportaremos igual junto a nuestros abuelos que celebrando la Nochevieja con nuestros amigos. Pero, fuera de esto, también hay personas que intentan forzar nuestro comportamiento. Cuando comencé a trabajar en Madrid hace unos años, de pronto me encontré rodeado a diario de gente nueva a quien no conocía y que tampoco sabían nada de mí. En esas circunstancias que todos compartíamos, apareció el típico individuo que no sólo se conforma con marcar su terreno sino que intenta marcar a cada uno como “el gracioso”, “el tonto”, “el que me cae bien”,… Gente con poca personalidad puede caer en este juego de “si la persona que parece liderar el grupo me ha puesto esta etiqueta, lo mejor que puedo hacer es vivir con ella”. Para empezar, la idea, en la edad adulta, de considerar como centro o como líder a una única persona me parece sumamente ridícula pero, sin embargo, ocurre muy frecuentemente. De forma que esta persona marca la pauta de muchos a nivel de grupo y también de forma individual. Cuando uno es consciente de que esto está ocurriendo, puede decidir huir de tal estupidez y conocer a otra gente, o bien marcar de manera implacable la propia personalidad. Pero esto no es siempre el caso; hace poco viajé al extranjero para realizar una estancia y fue una gran oportunidad para experimentar el buen hacer de unas relaciones humanas con gente desconocida. Al dar con gente que simplemente está esperando a descubrir quién eres, cómo eres, y no paran de preguntarte y conversar contigo para que tú les dibujes tu silueta, se llega a niveles de comprensión y amistad bastante profundos en poco tiempo.

El caso de marcar la silueta ajena es sobretodo frecuente en la adolescencia. En esa época juvenil hay una tendencia terrible a conocer a las personas por una sola etiqueta. En el momento en que la persona se comporta, de forma natural, de alguna manera que se aleja de aquella etiqueta, el resto hará como que no se ha dado cuenta o, peor, castigará socialmente este acto. Es importante educar a las personas desde jóvenes para que sepan darse cuenta de que sí es necesario imponerse de vez en cuando, y no permitir jamás que marquen nuestra silueta. Porque la forma de ésta es un reflejo de nuestro alma y moldearla es algo que sólo nos concierne a nosotros, con ayuda de los que nos quieren.

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