+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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24 de enero de 2015

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Queridos niños:

En vísperas de Navidad la delegación de Misiones lanza, cada año, la Campaña de Sembradores de Estrellas, de la que sois protagonistas los niños. La fiesta de la Epifanía, que acabamos de celebrar, nos invitaba a estar atentos, como los Magos de Oriente, a las estrellas que, a lo largo del año, Dios hace lucir en nuestras noches con guiños amorosos, como incitación y llamada.

En medio de un mundo muchas veces tenebroso, los niños hacéis de la Jornada de la Infancia Misionera una fiesta con mucha luz. Una fiesta que anuncia y prepara un mundo más claro y mejor, porque los niños habéis logrado tejer una gran red de solidaridad hasta otros niños que sufren hambre, enfermedad, explotación laboral; niños que son víctimas de la guerra o viven en la calle.

Los niños, que sois profundamente sensibles, habéis entendido la llamada de Jesús a ser misioneros al contemplar los ojos tristes de otros muchos niños. ¿Verdad que para descubrir el horror de la guerra, la injustica o el hambre, no necesitáis preguntar? Os basta con mirar a los ojos de los niños que lo están sufriendo; sus ojos lo dicen todo.

La obra del Infancia Misionera empezó hace más de 180 años. Fue iniciada por un obispo francés, impresionado por lo que contaban los misioneros sobre la dramática situación de las poblaciones y, especialmente, sobre la situación de los niños. Son muchos los millones de niños y niñas de los países pobres que, desde entonces, se han beneficiado y se benefician, día tras día, de la ayuda de los niños cristianos. Han sido incontables los hospitales, orfanatos, centros de salud y escuelas que se han levantado con la generosidad de los niños misioneros. Las cifras concretas, que no son cifras para la propaganda, pueden consultarse en los documentos de las Obras Misionales. Uno se queda asombrado al ver lo que sois capaces de hacer los niños.

El cartel de este año representa a un grupo de niños en acción: están construyendo un gran corazón. Son niños de distintos países, con rostros sonrientes porque se sienten alegres en esa admirable tarea. El corazón, como sabéis, es expresión del amor que ha de reinar en la humanidad. Todos estamos llamados a arrimar el hombro para hacer una humanidad donde realmente haya un solo corazón. La frase que se lee sobre el corazón es preciosa, interpelante. Dice: “Yo soy uno de ellos”.

Queridos niños: ¿Queréis, de verdad, ser promotores de paz, ser sensibles ante la injusticia, rechazar toda forma de violencia, desterrar de vosotros el egoísmo, compartir con los más pobres, abrir vuestro corazón con confianza al Dios que es Amor y pedirle cada día un mundo nuevo y mejor para todos los niños del mundo? Si es así, vosotros “sois uno de ellos”. ¡Enhorabuena!

Queridos padres, párrocos, catequistas y educadores: El descenso en las cifras de lo recolectado el Día de la Infancia Misionera en los últimos años puede ser consecuencia de la crisis económica. En cualquier caso, que los encargados de promover la Jornada y de hacerla llegar a los niños no perdamos tensión y entusiasmo. Os invito, pues, a prestar todo el interés a esta Jornada que, por sí misma, es profundamente educativa y evangelizadora. Que vuestra familia, vuestra parroquia, vuestra catequesisvuestro colegio pueda decir también con toda verdad“Yo soy uno de ellos”.

Con mi afecto y bendición