Pablo Bermejo
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12 de enero de 2008
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Hace un año un amigo aprobó las oposiciones de Policía Nacional y se marchó a realizar las prácticas en Valencia. Allí buscó piso y finalmente entró a compartir uno con dos gallegos. Uno de estos, al que llamaba “el Gallego”, contaba que cuando terminara las prácticas se casaría con su novia de toda la vida. La primera noche que se juntaron para irse de fiesta les sorprendió a todos que el Gallego conoció a una chica y se la llevó a casa. Al día siguiente todos le rieron la gracia y lo olvidaron. Sin embargo, el siguiente jueves que se fueron por ahí, volvió a repetir hazaña con otra chica diferente. Mi amigo, intrigado, le preguntó si era broma que se iba a casar. El chico gallego respondió que su novia era muy celosa y que no le dejaba respirar, así que usaría los cuatro meses de prácticas como despedida de soltero.
Cada semana mi amigo nos contaba las aventuras del Gallego; el chico era un auténtico fenómeno, cada día que salía de fiesta volvía acompañado. Llegó a comprarse un móvil sólo para sus amistades de Valencia, y el otro móvil era el que usaba para hablar con su novia. Si lo tenía apagado, se excusaba diciendo que estaba durmiendo porque había tenido que hacer patrulla durante toda la noche con el zeta.
Una vez fui a visitar a mi amigo a su piso de Valencia y nos fuimos de fiesta. A la vuelta, el Gallego se había apoderado de la cama (de matrimonio) de mi amigo y éste le tuvo que levantar a gritos. La chica salió asustada y el Gallego se levantó en calzoncillos riéndose y sin despedirse de la pobre que estaba roja de vergüenza. En fin, el caso es que las prácticas terminaron y lo último que sabemos del Gallego es que se casó y ahora vive en Madrid. Me pregunto quién saldrá loco antes, el Gallego o la Gallega. Si engañar a alguien dos veces es peor que engañar una vez, y por tanto engañar diez veces peor que cinco… ¿hasta qué punto llega la maldad de este gallego respecto a su esposa?
Un día en clase de Religión mi profesor nos enseñó una limitación de lo que entendemos por libertad: “Nuestra libertad acaba donde empieza la del otro”. ¿Qué es peor: intentar cambiar a alguien con un excesivo control u ocultar lo que realmente somos engañando despiadadamente?
Algunas personas pondrían la mano en el fuego de que jamás serán infieles a su pareja, pero creo que casi el cien por cien la pondría respecto que no lo sería durante cuatro meses seguidos. Sin entrar a juzgar qué tipo de Policía Nacional nos espera con gente que muestra este tipo de ética, ¿a dónde estamos llegando?
¿Por qué todos nos reímos al leer lo que este chico le ha hecho a su esposa?