Manuel de Diego Martín
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21 de julio de 2012
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Me encuentro estos días en Ávila participando en unas jornadas de formación para religiosas. Hay un centenar de ellas venidas de toda la geografía española, en dos secciones, un grupo lo componen formadoras y el otro son religiosas jóvenes, de unas veinte congregaciones diferentes, que se preparan para hacer sus votos solemnes. Es una gozada convivir con gente tan buena, inmersos en unas bellísimas celebraciones litúrgicas y escuchar las charlas que reflejan una apasionada búsqueda de cómo debemos ser fieles al evangelio de Jesús en esta hora histórica que nos toca vivir y que se nos llama a la nueva evangelización.
Celebré en estos días la fiesta de la Virgen del Carmen. Naturalmente celebrar esta fiesta en la ciudad carmelitana tiene un encanto especial. El recuerdo de Santa Teresa, el de S. Juan de la Cruz y el de tantos grandes santos que pasaron por aquí nos acompaña en cada rincón de la ciudad.
Tuvimos la suerte de celebrar la Eucaristía con el Cardenal de Madrid D. Antonio Rouco en la misma Encarnación, el convento en que vivió muchos años y del que salió Santa Teresa para hacer sus fundaciones. Es estremecedor pisar el lugar en que esta Santa vivió tantas experiencias místicas. Allí está el recuerdo de la transverberación, en que un ángel llagó su corazón. Allí se contempla el Cristo llagado que transformó la vida de Teresa; el confesionario en que tantas veces habló con S. Juan de la Cruz ; la celda en la que vivió…
Otra tarde la dedicamos a visitar el convento de S. José que este año está celebrando el 450 centenario de su fundación con un jubileo especial concedido por el Papa. En los bancos de la Iglesia pudimos leer la reciente y bellísima carta que Benedicto ha enviado al obispo de Ávila con motivo del centenario. Este fue el primer convento de la Reforma carmelitana y desde aquí salió Teresa a fundar unos cuantos más en toda España. En concreto cerca de nosotros, en la vecina Cuenca, en Villanueva de la Jara, fundó uno y los de Villarrobledo recuerdan que la Santa pasó por su pueblo para hacer esta fundación.
Al estar en Ávila no puedo por menos que recordar los dos conventos de Carmelitas que tenemos en Albacete. El de Villarrobledo, con una larga historia y el de Albacete que nació al ser creada la nueva Diócesis en los años cincuenta. Como dice el Papa en la carta del Centenario, pedimos que nuestras hermanas carmelitas sean amigas fuertes de Cristo para que nos ayuden a los más flacos a ser sus amigos también.