+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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3 de abril de 2021

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]F[/fusion_dropcap]eliz Pascua de Resurrección a todos: sacerdotes, diáconos, seminaristas, miembros de la vida consagrada, movimientos apostólicos, familias, y hermanas/os laicos. Desbordemos de alegría y fe por el triunfo de Jesús, pues está vivo y resucitado. 

Después de una Semana Santa especial y distinta, vivida con recogimiento y profundidad espiritual dentro de los templos, limitados en el exterior al no poder hacer procesiones ni otras manifestaciones religiosas, obedeciendo las indicaciones que se nos han hecho por el bien de todos, hemos llegado a la más grande de todas las fiestas del año cristiano. Celebramos la Pascua de Resurrección, cuando la naturaleza misma, después del periodo invernal, parece abrirse en un canto a la vida. 

Mi felicitación más cordial a todos. Cristo ha resucitado, está vivo. Ha dado su vida por nosotros en la Cruz y con su entrega generosa, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, nos ha salvado y destinado a vivir eternamente con Él en el cielo. Gracias Jesús. 

            La secuencia de Pascua sintetiza bellamente el misterio que celebramos: «Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la vida, triunfante se levanta». Efectivamente, la vida y la muerte lucharon en una batalla singular, única, definitiva. Y Cristo, dando la vida por la salvación de todos, se convierte en la Vida que triunfa definitivamente sobre el pecado y sobre el mal. Con la fuerza de un amor infinito ha vencido al pecado y a la muerte. Y por la fuerza de su sacrificio redentor hace nuevas todas las cosas.

La Resurrección de Jesús constituye el núcleo del kerigma, del mensaje de la primitiva Iglesia, el objeto esencial de la fe. Objeto y fundamento tal como los expresa San Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe»(1Co 15,17). Los cuatro evangelistas lo narran detalladamente y el libro de los Hechos de los Apóstoles, así como las cartas paulinas, lo confirman ampliamente.

Podemos imaginar los sentimientos que se agolparían en el corazón de las mujeres, las primeras que fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Podemos imaginar los sentimientos de los apóstoles cuando se les aparece el Resucitado, llenándoles de inmensa alegría y deseándoles la paz. No encuentro palabras ni imágenes para acercarme a la descripción de lo que sería el encuentro de Cristo resucitado, el Hijo, con María, su Madre. Hasta tal punto ha calado este hecho en la fe profunda de nuestro pueblo que en diferentes lugares se celebra, después de la Vigilia Pascual o en la mañana de Resurrección, la llamada Procesión del Encuentro, en la cual una imagen del Resucitado, llevada por los hombres, se encuentra con una imagen de María, llevada por las mujeres.

Hoy nosotros no podemos menos que admirarnos y alegrarnos. Hemos de inclinarnos también ante la tumba vacía y admirar las apariciones del Señor. La contemplación de la Resurrección de Jesús, de su triunfo sobre el pecado, la muerte y el mal, nos abre el camino a unas actitudes que yo calificaría de actitudes pascuales. Entre ellas están la alegría, la confianza, la relativización de los bienes de este mundo, la participación gozosa en la celebración dominical de la Eucaristía y la recepción del pan de vida eterna.

La alegría:Vivamos la alegría pascual de sabernos amados por Dios Padre, redimidos por Cristo, llamados a vivir una vida nueva desde nuestro bautismo.

La confianza:La Pascua manifiesta la eficacia del amor divino por parte de las tres Personas divinas y la realización eficaz del deseo de unión con ellas para siempre. Confiemos en Jesús, en su palabra, en su mensaje.

Relativizar los bienes de este mundo:Estamos llamados a vivir el momento presente, a trabajar cada uno en su lugar y según su vocación y capacidades para construir los valores del Reino ya en este mundo. Pero, al hacerlo, nos reconocemos peregrinos hacia el mundo definitivo.

Colocar en el centro de nuestra vida cristiana la Eucaristía:La acción del Resucitado se ejerce sobre todo por la Eucaristía, por la santa Misa. Por ella, Cristo está presente en la Iglesia y le da firmeza y consistencia.

A todos os deseo una santa y gozosa Pascua de Resurrección.