Manuel de Diego Martín
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26 de marzo de 2011
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Sigue coleando el conflicto surgido en la Universidad de Somosaguas en Madrid, cuando unos jóvenes laicistas, puros y duros, asaltaron la Capilla católica para profanarla con acciones obscenas. Hace unos días se celebró una Eucaristía como acto de desagravio. Yo me atrevo a decir que mas que desagravios, ya que el Señor por tener un corazón tan grande no los necesita, lo que sí quiere es que las gentes tomemos conciencia del respeto que nos debemos unos a otros para que estas cosas no ocurran más.
El rector de la Universidad ha encontrado una curiosa solución para estos casos, en la que no se necesita gastar mucha sustancia gris, ni estrujarse demasiado el cerebro, cuando nos dice que para que estas cosas no ocurran lo mejor es que en la Universidad no haya capillas para nadie. Es la popular argumentación de que muerto el perro, se acabó la rabia. El rector tendría que empezar diciendo que en el recinto universitario no se pueden permitir que campeen por sus fueros energúmenos, y que por tanto hay que pararles los pies. Y luego reflexionaremos todos para ver lo que nos pide el bien común y actuar en consecuencia. Nadie pues debe tomarse la justicia por su mano.
Si todo ser humano debe ser respetado en sus derechos, tendríamos que decir que el religioso es el primero y el más fundamental de todos. Ya argumentaba muy bien el Papa Benedicto en la Jornada mundial de la Paz, cuando nos decía que el respeto a este derecho religioso es un camino imprescindible para que la libertad y la paz entre los pueblos sea posible.
Diez años estuve en una misión africana. A quinientos metros de nuestra casa había un bosque sagrado. El que un blanco entrase allá, era una gran falta de respeto hacia las creencias religiosas de los animistas. Jamás se nos ocurrió a los misioneros entrar en aquel lugar, ni siquiera en plan curioso. Menos aún en plan despectivo e insultante.
Así pues creemos que hay un laicismo bueno, que lo suelen llamar “inclusivo” porque es capaz de vivir con los demás. Así queremos que sea todo laicismo. Es la razón la que debe dictarnos cómo deben ser nuestros comportamientos en la búsqueda del bien común, y cómo debemos vivir en el respeto y la convivencia. Si la Universidad es la casa de la Razón. ¿Cómo pueden darse pues dentro de ella actos tan irracionales?