Manuel de Diego Martín

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5 de diciembre de 2009

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El Sr. Fiscal del Estado tuvo un día la desafortunada ocurrencia de decir aquello de que las togas no tienen a veces más remedio que mancharse con el barro del camino. Dicho de otra manera, en la mente del jurista, subyace la idea de que la justicia en algunos momentos tiene que doblegarse, someterse a las conveniencias políticas de los mandamases de turno.

Las cosas no son así. La ley, según lo que a mí me enseñaron al estudiar a Santo Tomás de Aquino, me decían que es el ordenamiento de la razón en búsqueda del bien común, que deben hacer quienes tienen autoridad para ello. Por tanto, la razón, es siempre la razón, es inamovible, y al hablar del bien común, no nos referimos al bien de unos pocos, sino al de todos. Estas son las razones por las creemos que las togas tienen que volar a cierta altura para no embarrarse, y no quedar atrapadas por los intereses particulares de algunos desaprensivos oportunistas.

Hago estos apuntes teniendo en mi mente lo que quiere ser la nueva ley de extranjería. El martes pasado, convocados por Caritas, nos reunimos en el Altozano un grupo de españoles e inmigrantes para leer un Manifiesto y poner el dedo en la llaga de los posibles despropósitos que encierra la nueva ley.

Un día, porque así convenía a los dirigentes de turno, se gritó por activa y por pasiva aquello de “papeles para todos”. Ahora da la impresión que hemos llegado a un límite, que lo que procede y conviene es decir “papeles para nadie”. Hombre, ni tanto ni tan calvo. Ni lo uno ni lo otro.

Nuestro Sr. Obispo, D. Ciriaco, que es miembro desde hace muchos años de la Comisión Episcopal de Migraciones, y que de todo esto sabe un rato, ha hecho pública una nota, en la Hoja Dominical, del pasado domingo y en otros medios, para alertarnos de las deficiencias que dicha ley puede conllevar si no se tiene un poco cuidado. Derechos humanos muy importantes pueden ser lesionados. Dice el Obispo textualmente entre otras cosas: “Confiamos que los valores éticos, tan fundamentales y universales como es el imperativo de la hospitalidad, el derecho al reagrupamiento familiar, y el efectivo ejercicio de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales queden salvaguardados suficientemente”. En el Manifiesto que se leyó en el Altozano se enumeran bastantes derechos que en dicho proyecto de ley quedan altamente lesionados.

El Papa Benedicto, en su Encíclica “Caritas in Veritate”, que no escribe pensando en el caso español, sino cómo debe ser el ordenamiento jurídico en todas las latitudes del mundo, por lo que afecta a los inmigrantes nos dice lo mismo: “Los derechos humanos de la persona migrante, deben ser respetados por todos y en cualquier situación…”. No vale escudarse en que como estamos en crisis, cualquier cosa vale. ¡Que el cielo os oiga, santo Padre y nuestros dirigentes también!