Manuel de Diego Martín

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2 de febrero de 2013

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Al llegar este domingo no me venía a la mente otra cosa que hacer una reflexión sobre la corrupción que nos envuelve para unir mi voz a la indignación de tantas gentes que ven cómo unos han robado a manos llenas estos años, mientras otros iban cayendo en la desesperación de no tener el mínimo para vivir con dignidad. Así pues dejo este tema, ya que de él están hablando todos los medios.

Hoy quiero fijar mi atención en la república del Mali. Cuando estuve de misionero en Burkina Faso tuve la oportunidad de conocer parte de ese Pals, visitar ciudades como Mopti, Gao, Tumbuctú y ahora escucho por las noticias cómo estas tierras iban cayendo en manos de los talibanes islamistas ante la impotencia del gobierno y ejército nacional. ¡Qué tristeza y qué impotencia! Yo me preguntaba ¿es que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no pueden hacer nada para evitar este estropicio?

Francia, de la cual el Malí fue una antigua colonia, ha saltado y ha puesto las cosas en su sitio. Según las noticias, los rebeldes van siendo acorralados, las ciudades liberadas y lo que importa es que el ejército nacional se haga con el control del país y para ello es necesario que los franceses les sigan ayudando. Aquí sí que tenemos que decir: “¡Bravo pour la France!

Sabemos que hay países que están sufriendo agresiones parecidas y nadie hace nada. Todos esperando a Naciones Unidas. Pero por aquello de que los unos por los otros la casa sin barrer, los problemas y conflictos, ahí quedan enquistados. Habría que decir que si la ONU vale para algo, tiene que vale para esto, no tener que esperar a que países por su cuenta se tomen la justicia por su mano. Además habría que decir a todos los países árabes que quieren ser democráticos que no pueden permitir en sus tierras grupos fundamentalistas que en nombre de Dios hacen estos estropicios. Ellos deberían ser los primeros en actuar con eficacia, a no ser que ellos mismos estén ya infectados del mismo fundamentalismo, lo cual sería una desgracia.