Fco. Javier Avilés Jiménez

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25 de mayo de 2013

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En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
[Benedicto XVI, Porta Fidei 7]

 

 Sólo después de haber insistido reiteradamente en la unión fe – vida, fe – amor, fe – compromiso, el Papa incide en la expresión comunitaria y confesante de nuestra fe: el Credo. En realidad, hasta aquí no ha hecho otra cosa que hablar del Credo, pero centrándose en el verbo que abre y da nombre a esta oración: Creo. Los párrafos anteriores de la Porta Fidei han expuesto con claridad y profundidad propias de Benedicto XVI qué cosa es creer, cuáles son los latidos y elementos del acto de fe, de la experiencia cristiana de conocer y seguir a Jesucristo. Ahora propone que unidos -dimensión comunitaria – hagamos profesión de nuestra fe, que la pronunciemos con el tono solemne y decisivo que tiene hacerlo en público, todos juntos y de pie.

El Credo no es una suma de afirmaciones teóricas sobre Dios y la vida. Las afirmaciones que van detrás del verbo Creo están condicionadas por esa especialísima y radical forma de actuar la voluntad y la inteligencia y el sentimiento juntos, que llamamos «creer» o tener fe. No es lo mismo decir que pensamos que es verdad que Dios creó el mundo, o que Jesucristo nació de María virgen, que afirmar que lo creemos con fe. Estamos en un plano -ya lo vimos a propósito del carácter integral de la fe- que abarca todo lo que somos y lo impulsa hacia lo que aceptamos y elegimos como nuestro destino. Creer es más que saber, pensar, opinar, dar mi asentimiento o apoyo. Creer es apostar y entregarse, decidir y aceptar. Reúne el creer todas nuestras fuerzas y cualidades. Y lo que creemos, lo creemos con fe. Eso es lo que diremos juntos y de pie.