Pedro José García
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15 de diciembre de 2024
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Corría el año 1968 cuando, del coche de línea, descendía un hombre joven recién llegado de las misiones en las Islas Filipinas. Se trataba del nuevo párroco de Jorquera y administrador de las parroquias de La Recueja y Cubas: D. Secundino Blanco Renedo, un palentino nacido en el municipio de Fontecha de la Peña el 9 de marzo de 1933, ordenado sacerdote en esa Diócesis en 1959.
El Padre Blanco expresó desde el inicio que el Sr. Obispo le había encomendado tres importantes tareas: la construcción de una nueva casa parroquial, la actualización y puesta al día de todas las propiedades de la parroquia, y, como tercera y última, la implementación de las normas del Concilio Vaticano II, especialmente las relacionadas con la liturgia. Estas tareas, que fue desarrollando poco a poco, han dejado un legado que perdura hasta hoy: la casa parroquial donde viven los sacerdotes, un censo actualizado de las propiedades y cambios significativos en los cultos a la Virgen de Cubas. No podemos pasar por alto las importantes obras realizadas en la Iglesia de la Asunción de Jorquera.
A los dos años, el Sr. Obispo le solicitó asumir de forma eventual la atención de nuevas parroquias: Alcalá del Júcar, La Gila, Las Eras y El Cerro, además de las que ya atendía.
En 1971 fue nombrado párroco de Valdeganga y Tinajeros, dejando atrás las parroquias que había administrado hasta entonces. Años más tarde, en 1980, el Sr. Obispo le encomendó nuevamente, además de Valdeganga y Tinajeros, las parroquias de Jorquera y Cubas. Así continuó su servicio pastoral hasta 1997, cuando D. Francisco Cases lo nombró párroco de Fuente-Álamo y administrador de Las Anorias. Sin embargo, no permaneció mucho tiempo en este destino debido a una enfermedad que afectó su movilidad.
Ya jubilado, colaboró durante varios años en la Parroquia de la Sagrada Familia de Albacete, antes de pasar sus últimos años en la Casa Sacerdotal, donde falleció el pasado 29 de octubre. Aprovecho estas líneas para destacar la dedicación y el buen hacer del personal de la Casa, que tanto contribuye al bienestar de los sacerdotes que residen allí.
Toda su vida estuvo dedicada al sacerdocio y al servicio de las comunidades cristianas de las distintas parroquias por las que pasó. Hoy, querido D. Secundino, en mi nombre, en el de mi familia y en el de todos los vecinos de esta comunidad cristiana, le decimos: “Jorquera siempre le ha querido y recordado. Gracias por todos sus servicios a esta comunidad. Desde ese cielo bien ganado, interceda por este pueblo y sus gentes, que le quieren de verdad.”