Manuel de Diego Martín

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17 de marzo de 2012

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El algunos medios se está anunciando estos días con motivo del Día del Seminario (que celebramos hoy), que según la estadísticas está creciendo el número de seminaristas entre nosotros. Ciertamente es un motivo de esperanza encontrarse con estos brotes verdes que en un mañana nos traerán tantos frutos.

Este año el lema de la campaña es: “Pasión por el evangelio”. El cartel anunciador muestra el momento en que los jóvenes españoles de la JMJ de Madrid levantan la Cruz para entregársela a los jóvenes del Brasil en cuyo país se celebrará la próxima Jornada. Esta cruz tiene que seguir recorriendo los caminos y ciudades de todo el mundo. La cruz alzada tiene también otro nombre, el de evangelio. Por eso tener pasión por Cristo, por su cruz, es lo mismo que sentir pasión por el evangelio. Llevar la cruz es lo mismo que llevar el evangelio.

¿Es que el evangelio sirve de algo? En una sociedad materialista, secularizada hasta la médula, viviendo cómodamente en un relativismo moral que se estira hasta lo indecible, ¿levantar en medio una cruz, querer anunciar el evangelio, no puede aparecer como una provocación, un pedrusco que no trae otra cosa que incordios? Pues dejemos a la gente vivir en paz, sin complicarles la vida. Dejemos que los ríos vayan tranquilamente a la mar que es el morir, sin estar poniendo diques o cauces innecesarios.

Cuando uno pasas estos días por pueblos y ves cómo los sembrados que debieran tener tallitos de diez centímetros no tienen ni uno, a uno se le hiela el alma y enseguida te sale del alma el grito de: ¡ah si viniera la lluvia!

Pues si los creyentes en Jesús al ver tantas gentes viviendo en un ciego materialismo, en una vida sin esperanza y sin sentido, en una falta de valores que sobrecoge, sabiendo que Jesús es la lluvia fecunda, que su evangelio puede reavivar su vivir y traer la salvación a su existencia, ¿cómo no sentir pasión por él y desear que esta lluvia llegue a todas las gentes?

Los sacerdotes tienen la misión, que da identidad a su ser, de hacer caer esta lluvia sobre la conciencia de las gentes. Por esos necesitamos jóvenes que descubran y quieran apuntarse en esta formidable empresa de ser la lluvia de Cristo para los campos, a veces demasiado áridos, de nuestra historia de hoy. Necesitamos jóvenes que sientan pasión por Jesús y se lo comuniquen a todos los pueblos.

Decía el santo Cura de Ars en el siglo XIX: “Dejad a un pueblo muchos años sin cura y veréis que al final terminan viviendo como animales”  Es fuerte esto ¿verdad? Pero mirando a nuestro mundo de hoy, ¿vamos a permitir que se quede sin alma, cuando Jesús quiere ofrecerle su Espíritu que da la vida en plenitud?