Manuel de Diego Martín

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18 de junio de 2016

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Estamos viviendo tiempos de un laicismo rampante y de un anticlericalismo tan exacerbado que hay muchos que no quieren ver en la Iglesia católica más que una Institución del pasado, amparada en viejos privilegios, y que es una rémora que impide que la sociedad pueda vivir en continuo progreso hacia cotas de mayor justicia, libertad y felicidad.

¡Que equivocados están! Muchos no quieren reconocer el bien que la Iglesia aporta a la sociedad. Alguien dijo con mucha sensatez que si Dios no existiera qué crudo lo tendrían los pobres y todos los que son injustamente aplastados en la tierra. Y esta es la verdad incuestionable, que Dios, suprema Verdad, desenmascara al final las mentiras de los poderosos y tiene abiertos sus brazos para acoger a todos los que fueron víctimas de ellas.

Para ver el bien que hace la Iglesia en el ancho mundo, no hay más que escuchar las voces de estos obispos de Irak, de Siria, de otros países, que denuncian constantemente las atrocidades que sus gentes están sufriendo ante las cuales muchas veces los ojos de los poderosos están cerrados.  Ellos no actúan como políticos, sino como hombres del evangelio, que defienden la dignidad del ser humano. Ellos no tienen miedo a los poderes de este mundo, porque su confianza la tienen puesta en Dios. Ayer mismo leía la denuncia que un padre Dominico, responsable de varias comunidades de Venezuela, hacía del sufrimiento por el que están pasando muchos que no tienen que comer, a quienes no se les respetan los derechos humanos, y la causa está en la irresponsabilidad de sus gobernantes. Porque este hombre, quiere ser testigo del evangelio, es capaz de hablar así por defender la dignidad del hombre.

Pues bien, esta es la misión de la Iglesia en el mundo entero. También en  nuestra querida España la Iglesia quiere ayudarnos a vivir con dignidad y esperanza. Hace unos días los Obispos presentaron las cuentas del pasado año. Un ejercicio de transparencia. Los fieles tienen derecho a ver cómo la Iglesia gasta sus dineros y qué obras de amor y de justicia lleva adelante. Uno lee el informe y queda tan contento. Merece la pena seguir adelante, porque ciertamente la Iglesia hace mucho bien a la sociedad.

Pero luego te acercas a algunos medios que quieren ver todas las cosas al revés. En este informe, dicen, la Iglesia quiere ocultar sus vergüenzas y seguir aprovechándose de sus privilegios. No ven nada bueno en ella. Aquí se cumple aquello de que no hay pero ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. Pues entre estas sorderas y cegueras globalizadas nos encontramos. Pero no hay que temer, queda mucha gente limpia de corazón que es capaz de ver la verdad de Dios y de su Iglesia. Esto nos llena de esperanza.