Manuel de Diego Martín

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19 de mayo de 2007

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Estos días en las parroquias estamos celebrando las primeras comuniones. Son días de gloria y de cruz. Días de cruz para los sacerdotes y para todos los cristianos conscientes de lo que significa recibir el Cuerpo del Señor porque vemos que muchas veces se convierte todo en un sin-sentido, o peor aún, en un contra-sentido. Son días de cruz porque sientes, palpas la superficialidad, el derroche, la vanidad, la tontería, el desorbitado consumismo que el evento, desgraciadamente, conlleva.

Pero también son días de gloria porque te das cuenta de que hay niños que viven con un gozo desbordante, con estremecimiento religioso este inefable misterio. Lo viven y los reflejan en sus caras. Esto nos llena a todos de alegría.

Te das cuenta de que gracias a la preparación para recibir este Sacramento, hemos tenido la gran suerte de sembrar durante tres años, por medio de pacientes y abnegados equipos de catequistas, semillas cristianas que un día pueden florecer con la frescura del evangelio. ¡Cuántos valores humanos y cristianos se ha ido volcando día a día en estas criaturas, y que los chiquitos aunque a veces parezca que no, ciertamente han ido asimilando! Te das cuenta que gracias a la preparación para la primera comunión, los chicos no han tenido mas remedio que aprender los fundamentos de la doctrina cristiana, han tenido que memorizar oraciones básicas, que se emplean en nuestras celebraciones, como es la de la santa Misa. Como dicen los chavales de mi parroquia, lo tenemos que aprender que luego nos pregunta D. Manuel Efectivamente, todos los niños antes de que llegue el gran día, tienen que dar cuenta de cómo están preparados. Si no fuera por estos años de paciente labor con ellos, ¿serían capaces de dar un poco cuenta de lo que tiene que saber un cristiano, y de cómo debe orar un discípulo de Jesús?

Estos días, en mis reuniones con los padres, les recuerdo lo que el Papa dijo el pasado mes de septiembre en Alemania en una catedral llena de padres y de niños de primera comunión: “Queridos padres, quisiera invitaros a ayudar a vuestros hijos a creer, invitaros a acompañarlos en su camino hacia la primera comunión; acompañarlos en el camino hacia Jesús y con Jesús. Os ruego que acompañéis a vuestros hijos a la misa de los domingos…Y por favor, rezad también juntos en casa, en la mesa y antes de a costarse. La oración es fuerza de paz y alegría. La vida familiar se vuelve mas festiva y encuentra mayor aliento cuando Dios está presente en ella…”

¿Alguien querrá escuchar este mensaje? Este es el gran reto y la gran posibilidad que tenemos de futuro. Que los padres se impliquen más y más en la formación cristiana de sus hijos. De esta manera, las comuniones serán cada día menos cruz y más gloria. Que no suceda lo contrario