+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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8 de abril de 2023
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos hermanos y hermanas en Cristo:
¡Cristo ha Resucitado, Aleluya!
En cada Pascua, mientras celebramos la victoria de nuestro Señor sobre la muerte, nos deleitamos con el consuelo de que todo ha sido restaurado a través de la Resurrección, y reflexionamos sobre la incesante invitación de Dios a vivir la vida divina dada en el bautismo.
Esta es la buena nueva de nuestra fe: Cristo ha vencido a la muerte y nosotros estamos invitados a la vida. Esta buena noticia debe ser escuchada una y otra vez. Incluso cuando las cosas son sombrías, recordemos que Cristo es victorioso y que hemos sido invitados a dar testimonio de su victoria. Como dice el Papa Francisco:
“Donde todo parece estar muerto, de repente brotan signos de la resurrección. Es una fuerza irresistible. A menudo parece que Dios no existe: a nuestro alrededor vemos que persiste la injusticia, la maldad, la indiferencia y la crueldad. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre brota algo nuevo que tarde o temprano da fruto. En la tierra arrasada la vida se abre paso, obstinadamente, pero de forma invencible. Por oscuras que sean las cosas, la bondad siempre resurge y se esparce. En nuestro mundo la belleza nace de nuevo cada día, resurge transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores siempre tienden a reaparecer bajo nuevas formas, y los seres humanos se han levantado una y otra vez en situaciones que parecían condenadas. Tal es el poder de la resurrección, y todos los que evangelizan son instrumentos de ese poder” (Papa Francisco, La alegría del Evangelio, n. 276).
Conocemos muy bien que nos puede abrumar la desolación. ¡Qué bueno es recordar la bondad de Dios! El Señor Resucitado se mueve a través de las puertas cerradas del miedo para guiarnos, para guiar a nuestras familias y para guiar al mundo hacia la paz. Que nunca olvidemos el triunfo de Dios sobre la muerte y nuestro llamado bautismal a ser un instrumento de ese poder. Y que podamos mostrar al Señor Resucitado a todos los que nos encontremos.
En esta Pascua, mientras nos regocijamos con la Resurrección de Cristo, recordemos especialmente a los que sufren de una u otra forma, guerra, soledad, refugiados, marginados, etc. Recemos juntos para que Cristo Resucitado ilumine sus tinieblas y les dé paz.
“¡Cristo vive!, ¡Cristo ha resucitado!, ¡Realmente resucitado!” Él es la esperanza y la juventud para cada uno de nosotros y para el mundo entero. Dejémonos renovar por Él. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Tener la seguridad de mis oraciones por todos vosotros en la cincuentena Pascual y todos los días.
Con mi bendición,
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete