Antonio García Ramírez
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13 de octubre de 2024
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Cumplir. Para muchas personas su vida sinceramente consiste en cumplir normas. No solo es un problema de funcionarios, es también para cualquier ser humano que se ve en la necesidad de enjuiciar y actuar. La Ley no llega a satisfacer las aspiraciones humanas, es más, cumpliéndola al pie de la letra no nos asegura la salvación. Estamos tentados siempre en creer que realizar determinados actos y deberes, inmediatamente heredaremos la vida eterna. El pueblo de Israel sentía que era el pueblo escogido. Lo hacía porque pensaba que, al cumplir escrupulosamente la Ley, automáticamente se realizaba la salvación.
Quemarlo todo. Sin embargo, Jesús al ser preguntado por el cumplimiento de la Ley, profundiza en su radicalización. No basta sabérsela y recitarla. Hay que cumplirla con todas sus consecuencias. Y cumplirla es vender las propias pertenencias y dárselas a los pobres. Este desprendimiento no es fundamental al inicio del camino, pero es necesario para entrar en el Reino de Dios. Quemar las obsesiones infructuosas de unos contra los otros. En definitiva, es considerar todo provisional y contingente comparado con el Reino de Dios, que es eterno y absoluto. Dicho Reino al ser plenitud, nos dará todo y por ello nos pide todo lo que somos y seremos.
Seguir a Cristo. Sígueme le dijo Jesús al joven, mirándolo con cariño. El cristianismo de llamada aparece en muchas páginas de los evangelios. Pues estos fueron narrados y después redactados por personas llamadas. El seguimiento de Cristo es principio y fin para todo el que escoge ser cristiano. Cruz de cada día, en salud y enfermedad, en carencias y talentos, en la riqueza y en la pobreza. No sabemos hasta donde llegaremos, eso no es lo importante. Lo que se nos pide es un sí, te seguiré. Cuando nos mira Jesús es imposible mirar a otro lado y no responder.
Antonio García Ramírez
Párroco de San Isidro, Almansa