+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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25 de junio de 2011

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l hombre posee la cualidad admirable de poder hacer de un objeto un símbolo y de una acción un rito. Incluso lo meramente material y técnico nunca es sólo material y técnico es simbólico y cargado de sentido. Nuestra vida cotidiana está plagada de “sacramentos”: Un ramo de flores, por ejemplo, puede ser mucho más que un puñado de materia vegetal. Recibido como expresión de amor, podemos oír su voz y escuchar su mensaje, como si tuviera un interior y un corazón. El sacramento contiene, muestra, rememora la realidad a la que significa y hace presente. Los signos son, muchas veces, más elocuentes y movilizadores que las ideologías. Las cosas más importantes se expresan frecuentemente mejor con símbolos que con palabras.

El realismo y la eficacia del sacramento eucarístico vienen del mismo Jesucristo, de su palabra viva, de la acción del Espíritu Santo. Jesús, anticipando sacramentalmente la ofrenda de su propia vida, “tomó pan, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed. Esto es mi cuerpo”. Y lo mismo hizo con la copa de vino: “Tomad y bebed: Esta es mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía”.

En el breve texto litúrgico de este año – un fragmento del llamado discurso del pan de vida – se repiten unas cuantas palabras claves: “comer… beber… carne… sangre… vida”. Hay que dejarse coger por el encanto de estas palabras y arriesgarse a ir más allá del lenguaje, de lo visible.

“Yo soy el pan vivo…el que coma de este pan vivirá para siempre…”. En la cultura mediterránea el pan es el alimento básico. “Que cuando el pan decimos, todo el comer nombramos” decía el bueno de Berceo en el lenguaje todavía balbuciente de la lengua castellana.

El pan que yo daré es mi carne, entregada para que el mundo tenga vida”. La carne en sentido bíblico es la totalidad del ser vivo, la persona entera. Cuando Jesús habla de su carne entregada alude a su muerte. Fue necesario que pasara por la muerte para darnos vida.

Ante la objeción de los judíos – “¿cómo éste pude darnos a comer su carne?”.- Jesús no sólo no niega lo dicho, sino que lo reafirma yendo incluso más allá: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y si no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. La alusión a la sangre nos remite seguramente al sacrificio del cordero pascual al don de sí mismo hasta la muerte. Los judíos tenían prohibido comer carne si ésta no había sido desangrada, porque la sangre era la vida. En bocas de Jesús “la sangre” designa mucho más que el fluido que corre por las arterias o por las venas del cuerpo. Se refiere a la vida nueva que brota de la Pascua.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en Él”. Lo de permanecer en Él fue un tema largamente desarrollado por Jesús en la tarde del jueves santo, en la alegoría de la vid y los sarmientos. “Como el sarmiento no tiene vida si no está unido a la vid, así vosotros si no permanecéis en mí”.

Cuando Juan escribía estas cosas hacía muchos años que los cristianos celebraban la comida mística de la Eucaristía con el pan y el vino. Se sentían remitidos al Calvario, a la muerte en cruz, al sacrifico de quien se entregó por amor. La comunión con Jesucristo no es cosa de los instantes de permanencia de las especies eucarísticas en nosotros, sino de una comunión en la espesura de nuestra vida diaria. La comunión eucarística alimenta y significa esta comunión existencial. 

Si cayéramos en la cuenta de lo que la Eucaristía significa y realiza… Cristo sacramentalmente presente, realmente presente, carne de nuestra carne, alma de nuestra alma. Cristo, que muriendo nuestra muerte, nos vivifica con su resurrección, que anonadándose en nuestra nada nos glorifica con su gloria y nos diviniza con su divinidad. Cristo, que uniéndonos a su Cuerpo, hace un sólo cuerpo de los que le comemos: “El pan que partimos ¿no es comunión en el Cuerpo de Cristo? Y aun siendo muchos somos un sólo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan”. (1 Co.10, 16-17). 

 

Si en el Jueves Santo celebramos la institución de la Eucaristía, en el día del Corpus adoramos la presencia de Cristo en este sacramento admirable. Por ser un sacramento, su verdad no está a flor de tierra, se necesita ahondar con mirada de fe. Sólo así nos desentraña su mensaje más hondo.

Cuando nuestros ojos han sabido deletrear en la Sagrada Hostia el amor de Cristo que da su vida por los hermanos, nuestra mirada debe alargarse hasta describirle en los hermanos que sufren, en toda vida rota, en todos aquellos que no tiene mesa, ni mantel, ni pan.

La caridad se nutre del misterio eucarístico. Por eso, el día del Corpus se celebra el Día Nacional de la Caridad. En la Eucaristía acogemos el amor que nos impulsa a dar testimonio con nuestra vida, obras y palabras a servir y desarrollar la esperanza de los pobres y desvalidos. Par animar este dinamismo en la comunidad eclesial nació Caritas.

Caritas no se limita a hacer cosas por los pobres; quiere que sean comensales privilegiados del banquete del Reino. Por eso, tiene en cuenta la totalidad de sus personas y su desarrollo integral, cura sus heridas y alivia las carencias con que les ha marcado su historia, nos empuja a todos a compartir con ellos los bienes materiales y espirituales. La Eucaristía ilumina la dignidad de los pobres porque el mismo Señor se identificó con ellos.

Nuestra Caritas Diocesana y nuestras Caritas parroquiales viene haciendo un esfuerzo sobrehumano para paliar las necesidades de tantos hermanos que están siendo tan duramente golpeados por la crisis actual. Caritas representa a toda la comunidad cristiana. En ese sentido se puede decir que Caritas somos toda la comunidad cristiana. Pero ¿lo somos de verdad?; ¿en qué se nota?; ¿qué colaboración tenemos con Caritas? Valorad su servicio admirable, colaborad con sus proyectos, que no le falte nuestro apoyo, ni nuestra ayuda material y personal.