+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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9 de junio de 2012

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1.- “¡Venid, adoradores: Adoremos a Cristo Redentor!”
En la festividad del Corpus Christi adoramos al Señor presente sacramentalmente en la Eucaristía. En muchos de nuestros pueblos la gente alfombra las calles con tomillo y lanza pétalos de rosas al paso de la Custodia. Hay lugares, en nuestra Diócesis de Albacete en que tienen a gala hacer, mediante serrines de colores, alfombras que son verdaderas obras de arte para que pase el Señor.

El día del Corpus celebramos también el Día Nacional de Caridad. Eucaristía y Caridad son inseparables. La Eucaristía es la expresión sacramental del don de sí mismo de Cristo: “Tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz”. (1 Co. 11,23-26).

Eucaristía: Acción de gracias, pan partido, don y entrega hasta la muerte. La Eucaristía es también signo e instrumento de comunión fraterna y eclesial: “El pan que partimos ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos del mismo pan.” (1Co. 10,16-17). Este significado era seguramente más elocuente cuando no se conocían los panecillos ni las mesas individuales. El padre, frente a la familia reunida en torno a la mesa, partía la hogaza de pan y lo repartía entre todos. ¡Qué signo de comunión más hermoso! Un solo pan que se convertía en carne y sangre, en parte integrante de la vida de cada uno de los comensales, como compartiendo un vínculo profundo y sustancial de unidad.

2.-“El Pan, los panes y la justicia”
Escuchamos este año el evangelio de la multiplicación del pan: Ante el hambre de los que le seguían Jesús se conmueve y muestra su rostro compasivo. Aunque sabe que los trozos de pan con que cuentan son insuficientes, les dice a los discípulos: “Dadles vosotros de comer”. El signo de la multiplicación de los panes anticipa el verdadero milagro, el de la Eucaristía, en que Jesús se nos da a sí mismo como pan partido y repartido, como Vida entregada para la vida del mundo. Jesús, al darnos su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía, no sólo nos enseña a compartir el pan, sino a hacernos mediadores de su amor para con los desposeídos.

En estos momentos difíciles no podemos quedarnos de brazos cruzados ante las situaciones de extrema necesidad que viven muchos hermanos nuestros. No debemos de olvidar a los cinco millones y medio de hermanos que no tienen trabajo, y menos al millón y medio de familias que tienen a todos sus miembros en paro. Hemos conocido a madres llorando porque no sabían cómo dar de comer a sus hijos al día siguiente.

Será necesario que el mundo de las finanzas, cuyos excesos han contribuido en buena parte a la situación actual, renueve sus estructuras y funcionamiento para ser instrumentos encaminados a producir mejor riqueza y desarrollo. “El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común…Y hay que lograr que las relaciones de mercado estén sujetas a las exigencias morales de reciprocidad solidaria, como demanda una justa economía social de mercado”. (Benedicto XVI Caritas in veritate,71) .

El Papa Benecito XVI ha lanzado recientemente un aviso importante: “Cuando la miseria coexiste con la gran riqueza, nace una impresión de injusticia que puede convertirse en fuente de revueltas. Por tanto, sigue diciendo el Papa– es conveniente que los Estados vigilen para que las leyes sociales no acrecienten las desigualdades, y permitan que cada uno viva de manera digna”. (4 mayo 2012)

Sabemos que se impone para todos, tras años de vivir por encima de nuestras reales posibilidades, una a época de austeridad y de recortes. “Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir” es el eslogan que nos viene repitiendo Cáritas en sus últimas campañas. Con la misma convicción uno se atreve a pedir que se haga todo lo posible para que los recortes toquen lo menos posible las políticas sociales, pues éstas repercuten en los más pobres y pueden afectar a la dignidad de la persona humana y a algunos de sus derechos fundamentales. 

3.- ¿Recortes para los inmigrantes?            
Habrá que vigilar los posibles abusos; pero sería muy triste que, con la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes que no tienen regularizada su situación administrativa, quedara desprotegido el derecho a la salud, que, por ser un derecho humano universal, ha de ser accesible a todos los hombres. Entre los “sin papeles” no sólo están quienes vinieron sin permisos, sino también aquellos que llevan varios años viviendo aquí, que han trabajado, cotizado y mantenían sus permisos en regla, pero que debido a la crisis han sido víctimas del desempleo prolongado, y no han podido renovar su documentación.

Para la Iglesia, el emigrante, independientemente de la situación legal, económica, laboral en la que se halle, es una persona con la misma dignidad y derechos fundamentales que los demás, es un hijo de Dios”. (C.E.E. La Iglesia en España y los Inmigrantes, n.5)

4.- La Caridad se nutre de la Eucaristía
No quisiera que lo que vengo diciendo se entendiera en detrimento de la centralidad que en esta fiesta tiene la Eucaristía. Eucaristía y Caridad son inseparables; se reclaman mutuamente: La Caridad se nutre de la Eucaristía, y ésta remite a la vivencia de la Caridad: “La Eucaristía, decía Juan Pablo II, no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es proyecto de solidaridad para toda la humanidad… Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema de amor… No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por el amor a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo. En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas”. (Mane nobiscum Domine 27,28)

La fiesta del Corpus, a la vez que nos invita a la adoración del Señor, nos impulsa a no buscar nuestro interés sino el de todos, especialmente de los que peor lo están pasando. Eso supone pasar de la compasión a la acción: compartiendo más, siendo más generosos en la comunicación cristiana de bienes, asumiendo las propias responsabilidades, dando cabida a la gratuidad para sobrepasar, si es necesario, la justicia legal con la gratuidad de la caridad cristiana.

Al expresar mi gratitud por cuando se viene haciendo en favor de los necesitados desde las Cáritas diocesana y parroquiales, así como desde otras instituciones religiosas admirables y desde las familias, os invito a secundar las iniciativas caritativas ya en marcha, y las que nuestra Cáritas irá proponiendo. Lo hacemos por amor a los hermanos, como una llamada que nos viene de la Eucaristía, Pan de Vida partido, compartido y repartido.