+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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28 de mayo de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]ste año nos acercamos al misterio de la Eucaristía a través de la página del Evangelio en que Lucas nos cuenta la multiplicación del pan. El evangelista lo cuenta en clave eucarística. 

Jesús, alimentando a la multitud con los panes y los peces, desvela su identidad y se acredita como el Mesías que conduce y sustenta con el don de sí mismo al nuevo Pueblo de Dios a través del desierto de la historia. Es interesante notar que el evangelista pinta la secuencia central del milagro de los panes con los cuatro verbos de los que se servirá para describir los gestos de Jesús en el Cenáculo: “tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio”.      

El momento es crítico: la noche se echa encima y la gente necesita urgentemente comer. La propuesta de los discípulos sería comprar, pero no es factible comprar pan para tantos en un descampado; por eso, le aconsejan a Jesús despedir a la gente. La respuesta de Jesús es tajante: “Dadles vosotros de comer”. Pero ellos sólo disponen de cinco panes y dos peces.

La realización del milagro es un gesto que no sólo habla de la omnipotencia o de la generosidad de Jesús. Es una revelación. La lógica del Reino de Dios, que es lo que quiere enseñar Jesús, no se rige por el verbo “comprar”, ni tampoco por elde despachar, sino por el verbo “compartir”,porque, en el fondo, todo es un don de Dios. Dios, mediante las sabias leyes puestas en la naturaleza, hace brotar los trigales en nuestros campos, multiplica los granos del trigo; a nosotros nos toca repartir y compartir el pan.

El esquema del comprar o vender pertenece a la lógica del mercado y suele crear diferencias. Cuando se trata del Reino de Dios hay que ir más allá: superar la lógica de la propiedad, ir más allá, incluso, de la lógica de la simple solidaridad. La lógica del compartir se funda en la gratuidad, porque todo lo que tenemos lo hemos recibido directa o indirectamente de Dios. Sólo puede existir el mío o el tuyo en la medida en que esté supeditado al “nosotros”.  

No hay que olvidar que el pan eucarístico nace de la muerte del Señor. Por eso, entrar en la lógica del don significa “tomar, bendecir, partir, darse”. Significa aceptar hacerse don de amor y entrega, como Jesús, para resucitar a una vida nueva. Sobre el altar hay un pan partido, y comenta san Agustín: “Sed lo que veis; ved y recibid lo que sois”.

La multiplicación del pan tiene mucho que ver con la Eucaristía. Es lógico que el día del Corpus sea el día nacional de Caridad. Existe la caridad no sólo porque hay pobres, sino porque Dios es amor. Cuando los pobres son muchos y hay que organizarse de manera inteligente para ser más eficaces y administrar mejor lo que se comparte, nace Cáritas, que no es una organización cercana a la Iglesia y que colabora con ella; es la misma Iglesia organizada para servir a los pobres de manera inteligente y eficaz.

El querido Papa emérito, Benedicto XVI, dedicó una preciosa Encíclica a la caridad en la verdad, a la caridad inteligente –“Caritas in veritate”-, donde pide que el servicio a la caridad esté iluminado por la verdad…; la verdad da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente de la razón y de la fe. “Sin verdad, dice el Papa, la caridad cae en mero sentimentalismo. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter humano y humanizador.

Repasando la Memoria de Cáritas del año pasado, es admirable la ayuda que ésta ha prestado a miles de familias en atención primaria (alimentos, vestidos, vivienda, luz, recetas médicas), los cientos de personas atendidas en búsqueda de empleos, formación laboral, mediación jurídica (cuestiones hipotecarias, negociación de deudas, aplazamiento de desalojos, alquileres), los programas de infancia, prisión, cooperación internacional, etc.

Lo anterior quiere decir que necesitamos que crezca la comunicación cristiana de bienes en nuestras comunidades. En los Hechos de los Apóstoles, refiriéndose a comunidades que eran mucho más pobres que las nuestras, leemos que “entre ellos no había necesitados” (Hch, 4, 33 ) Y en los Santos Padres de la Iglesia leemos que “donde hay amor verdadero, no hay pobres”.

Doy gracias a Dios por los casi mil quinientos voluntarios de Cáritas de la diócesis y por quienes hacéis posible su labor compartiendo con generosidad una parte de vuestros bienes.  

Acompañemos al Señor, en esta solemnidad del Corpus, ofreciéndole nuestro homenaje de adoración y gratitud. Y mientras lo hacemos, escuchemos las llamadas que brotan de la Eucaristía, desde donde Jesús, Pan partido, nos dice: “Dadles vosotros de comer”. Así pasaremos por el mundo haciendo realidad el Mensaje de Caritas: “Practica la justicia. Deja tu huella”.