José Antonio Roldán Zorrilla. Párroco de La Purísima de Albacete
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26 de junio de 2021
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1.- “Contigo hablo”
“Cuántas veces hablando de Ti y qué poco hablando Contigo”. Así me confesaba públicamente con un cartel, en la parroquia de Fátima, en los primeros años de mi sacerdocio. Presagiaba entonces que mi andadura de creyente sería hablar del Señor Jesús con obras y palabras. Intuía que la honestidad de mi vida se situaba en la coherencia entre lo que decía y los hechos que acompañaban a mis palabras. Reconocía que evangelizar es decir a cada persona “tú eres amado en el Señor Jesús” ofreciéndole mi amistad. E iba experimentando que la Iglesia de Jesús sabe más de caminos que de catedrales. Iglesia en salida sin posibilidad de retorno. En marcha sin hacer eco a los cansancios y a las fatigas. Con ardor y coraje apostando apasionadamente por una Iglesia que fuese luz de mundo y sal de la tierra, mientras la llama de Dios temblaba en mis ojos, contemplando los miles de atardeceres sembrados en los campos extensos de la Mancha. Contigo, mundo, hablo del Evangelio de Jesús de Nazaret. Ante ti me sitúo.
2.- “Oyó hablar de Jesús”
“Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en cualquier parte” del libro de El Principito. Hace ya cuarenta y siete años de aquella confesión. Y el desierto, colmado de horizontes y sembrado de silencios, se adentra en mi ser en medio de la niebla y de la tiniebla que invaden nuestra sociedad. He recuperado la audacia de otra confesión pública: “No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”. Y porque hay un pozo en medio de la noche que sacia el hambre de quien busca al Invisible como un trozo de pan en la garganta, apuesto, sin abandonar la Iglesia, en estos momentos en que se visten de blanco cada una de mis sienes, por escalar las montañas como lo hacen las águilas volando sobre ellas, por rastrear los valles como lo hacen los arroyos pegados al suelo, por seguir el viento del norte hasta donde se hiela el aliento , caminar hacia el este en busca de la luz y retardar el paso acompasado a los que caminan hacia el atardecer de sus vidas. Apuesto por la mirra de las farmacias en tiempos de pandemia llena de reservas y precauciones y por el incienso de los templos acompañando el dolor y el sufrimiento y despidiendo a quienes se durmieron en los brazos del Padre. Apuesto porque haya un desierto en los silencios de aquellos que trabajan por resolver los graves problemas sanitarios, sociales, económicos y laborales y por afrontar con esperanza un futuro en comunión donde ejercer la caridad y la amistad personal, política y social para que brote un jardín de hierbabuena de tanto pisar la tierra. “Para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria al Padre”. Hablar desde la experiencia. Hablar desde el lenguaje de los hechos. Hablar en público y en privado, desde el pecado y la gracia. Hablar de Jesús, para que, conociéndole, les puedan seguir. Hay un lenguaje interior, hacia dentro, que se llama comunión. Y otro hacia fuera, hacia las periferias que se llama misión, Iglesia en el mundo. Rastreando senderos. Sanando cicatrices. Trayendo al Camino a quienes quedan al margen. “Lo importante no es correr. No. Lo que importa es correr dentro del Camino”, decía san Agustín, quien había experimentado búsquedas inciertas, senderos equivocados y amores insatisfechos. “Tarde te amé”.
3.- “Vete en paz y con salud”
“Una Iglesia de puertas abiertas” para entrar y para salir. Para acoger más que con la cancela abierta con el corazón disponible. Y para salir con los pies descalzos y el corazón desnudo y encontrar por los caminos a cuantos quedan abatidos y abandonados en sus márgenes. Una Iglesia llamada a evangelizar con la alegría de una buena noticia de paz y salvación, con una oferta de sanación para curar heridas y cerrar cicatrices, con la libertad de quien va ligero de equipaje para no sentir el peso de lo acumulado, la herrumbre de nuestros arados, ni el rescoldo del hogar, sino para sembrar a manos llenas el trigo de una nueva alianza de paz y salud para la humanidad. Un evangelio de sanación en estos tiempos de pandemia.
José Antonio Roldán Zorrilla
Párroco de La Purísima de Albacete