Manuel de Diego Martín

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12 de marzo de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]uando aprendimos el catecismo de chicos se nos recordaba al explicarnos los mandamientos de la Iglesia de que había que confesar al menos una vez al año, y que si  ibas a comulgar y tenías faltas graves también debías hacerlo. Este Sacramento del Perdón lo instituyó Jesús  y dio este poder de perdonar los pecados a los sacerdotes. Además les dio el poder de hacer lo mismo que El hizo el Jueves Santo, poder repartir el Pan de la Eucaristía.  Pero hoy tenemos  por desgracia a muchos cristianos que pasan de confesarse y de ir a misa para recibir el Cuerpo del Señor.

Este domingo, día 13, celebramos “El Día del Seminario”  La Iglesia española nos presenta esta jornada con una doble finalidad. En primer lugar, crear el ambiente posible para suscitar vocaciones sacerdotales. Que haya niños, jóvenes, también adultos que sientan que Jesús les llama para este servicio tan necesario para llevar adelante  la  evangelización.  Por otra parte, se busca el que las comunidades cristianas lleguen a comprender el tesoro que tienen al contar  con la presencia y ayuda de los sacerdotes.  El lema de este año, puesto que estamos en el de la Reconciliación, reza así: “Enviados a reconciliar”  Entre tantas tareas como tiene los curas, qué hermosa es ésta y cuánto la necesita nuestro mundo de hoy.

El Santo Cura de Ars que vivió en el siglo XIX  en Francia y es el patrón de todos los curas del mundo dijo aquello de que si dejaban a una parroquia mucho tiempo  sin sacerdote, muchos terminarían viviendo como animales. Tal vez el S. Juan María Vianney exageraba. Además si la gente quiere vivir de cualquier manera, ¿quién se lo puede prohibir?  No, todos, como exigencia del  sentido común, queremos vivir en sociedades armónicas, reconciliadas.  Si los Sacerdotes tienen esta misión reconciliadora, qué hermosa misión la suya y cómo la debemos acoger puesto que es un bien inmenso  para nuestros pueblos.

Contemplando a  nuestro mundo de hoy y vemos cómo muchos hacen honor al filósofo Hobbes cuando afirmaba aquello de que el hombre es un lobo para el hombre. Nosotros  desde la perspectiva cristiana queremos afirmar que el hombre está llamado a vivir en fraternidad, siempre reconciliado con su prójimo.  Es verdad que escuchamos  las noticias y nos damos cuenta de qué cantidad  de ambiciones, personalismos, orgullos y malas maneras existen entre nosotros.  Cuando menos lo esperas salta la liebre y de cada piedra sale un corrupto. Por desgracia  hay  gente incapaz de perdonar, de construir una sociedad mejor.

El Papa en este Año de la Misericordia nos propone que el mejor modo de tener una experiencia de misericordia y volvernos a la vez misericordiosos  es recibir el sacramento del Perdón.  Para visibilizar este mensaje  trajo al Vaticano los cuerpos incorruptos de san Leoopodo Mandic y el del san Pío Pietrelcina,  que fueron dos hombres que tanto bien hicieron a tantísimos penitentes que se acercaba a ellos y encontraban la paz y el perdón que Jesús les daba. Una nueva vida empezaba para ellos. A estos dos santos podemos añadir al Santo Cura de Ars que tantas horas hizo de confesonario y a tantas almas esclavizadas liberó.

Dado que tanto necesitamos de la reconciliación y puesto que los sacerdotes están enviados a reconciliar  no nos perdamos  esta ocasión de  recibir el Sacramento del Perdón, que una vez al año no hace daño.  Y si lo recibimos muchas veces tanto mejor para llenar  nuestro corazón de misericordia y volcarla después en nuestra sociedad que tanto la necesita.