José Joaquín Tárraga Torres
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19 de diciembre de 2020
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Hace poco más de una semana, un amigo tuvo catorce cólicos nefríticos. Me decía que le habían comentado que ese dolor era el más parecido al parto. Lo ha pasado mal. Pero ya está en la brecha, trabajando.
Hoy el Evangelio, en el cuarto domingo de Adviento, nos recuerda el pasaje de la Anunciación. Dios se revela a María para concederle el don de ser madre. Concebirás y darás a luz. Sí, un parto: dolor, angustia, pero al final un regalo: lo más grande, un hijo. La espera ha merecido la pena. Se ha pasado de la angustia a la alegría. Es el paso del sufrimiento al gozo.
Concebir y dar a luz. Crear y dar vida. Muchas veces, en nuestro lenguaje coloquial hablamos de parir una idea, un proyecto, … Pero el parto de un hijo es algo único. Los que son padres hablan de esta experiencia que te cambia esquemas y la vida. Desde ese momento tu pensamiento, tus sueños se reconvierten y se orientan hacia una donación y una mirada fuera de ti.
Hoy el Evangelio, cercanos ya a la Navidad, nos presenta a María como ejemplo de mujer que supo decir sí a los planes de Dios sobre ella. Ella es Madre de Dios y Madre nuestra. Nace la vida cuando hay un sí, cuando se acepta la voluntad, no sin temor, y se deja hacer por el Señor. Y esa vida, ese niño que nace, le pondrá por nombre Jesús.
Esta semana se aprobaba la ley de la eutanasia. En el foco de algunos está un derecho inexistente a morir con dignidad. Cuando más bien, el derecho sería vivir dignamente. Por eso, más que aceptar el morir habría que apostar por vivir, cuidando de apoyar e incrementar los cuidados paliativos. Y es que nuestra misión es dar vida, apostar por la vida. Todo nace de un concebir y un parir.
Se acerca la Navidad que significa nacimiento. Celebramos vida. Nuestra misión es la de ser creadores, dadores de vida. Por eso, como María, estamos llamados a concebir y dar vida aquellas sombras que están carentes de sentido. Como María, estamos llamados a vivir una vida con fruto. Nuestro pasar por esta vida consiste en ir dando vida a los que nos rodean. Cuánta gente apaga la vida de los demás, son tóxicos, quitan energía y te consumen. Seamos personas de esperanza, de brillo, de vida.
María es modelo de la vida, porque ha parido al Salvador, porque ha escuchado la Palabra y, con temblor, ha dicho Sí. Se ha fiado. Ha confiado en los planes de Dios sobre ella. Y el fruto de sus entrañas ha sido Jesús: Camino, Verdad, Vida.
Pero el camino de la vida no consiste solo en concebir y parir. Después toca poner nombre: “y le pondrás por nombre Jesús”. Después de dar vida, toca acompañar, involucrarse, estar al lado sabiendo que nuestra misión no es tener el poder de crear todo sino ser mediadores de la gracia y poder de Dios, “porque para Dios nada hay imposible”.
Pocos días para celebrar un nacimiento, una vida: la de Jesucristo. Nos disponemos con actitud de María: fe, disponibilidad, escucha de la Palabra, abandono a la voluntad de Dios. Un Dios creativo y dador de Vida.