Manuel de Diego Martín

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9 de agosto de 2008

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Comentaba el otro día que tengo en mi casa a un sacerdote africano que está siguiendo cuidados médicos en nuestro País.

Hablamos de muchas cosas y a veces oímos informativos y emisiones radiofónicas que nos hablan del África Occidental. El otro día escuchaba una emisión que me dejó de piedra.

Se trataba de lo siguiente: Hay algunas etnias en las que cuando un niño, al nacer, viene con los pies por delante, creen que esto es un maleficio. Piensan que este niño es portador de malos espíritus. Por tanto hay que enviarle al brujo de la tribu, introducirlo en el bosque sagrado, hacer los ritos convenientes para volverle a su ser. La verdad es que ningún niño vuelve del bosque y así como nació con los pies por delante, con los pies por delante lo introducen en la otra vida.

Yo le decía a mí compañero: ¿Pero es que las autoridades civiles, los gendarmes no pueden frenar estos crímenes? No, me decía, porque todo esto entra en el mundo del secreto, de los ritos ancestrales y nadie se atrevería a hacer frente a estas prácticas. Nadie dirá que llevan al niño al bosque sagrado para asesinarlo, lo llevan para desembrujarlo. Y todo el mundo sabe en qué consiste este desembrujo, pues en darle el pasaporte para la eternidad.

Añadía mi compañero: Estas prácticas quien las va desenmascarando y eliminando es el cristianismo. En la medida en que la gente entra en la órbita cristiana se dan cuenta del horror que estas prácticas llevan consigo. La salvación está en conocer el evangelio de Jesús.

Y me cuenta una experiencia personal que le ocurrió en un poblado, y que él se sintió impotente para frenar el horror. Se trataba de una mujer que dio a luz trillizos, quiso llevar la mujer al hospital, pero no se lo permitieron. Al final se enteró de que la mujer había muerto, nació muerto el primero, pero los otros dos niños habían nacido con vida. Al final sacrificaron a estos dos niños porque traían también el maleficio. Así muertos y enterrados todos, los espíritus del mal quedaban en paz.

Oyes estas cosas y sientes la alegría inmensa, la suerte que tenemos los cristianos por haber conocido el evangelio que nos libera de tantas barbaridades. Esto tiene que hacernos reflexionar para hacer frente a toda esa gente que piensa que cuanto menos evangelio haya, más libertad, más prosperidad, más felicidad y te empujan a ir al laicismo puro y duro.

Nos horrorizan estas cosas que están pasando en África. En cambio estos laicistas te dirán que el tema del aborto y la eutanasia son conquistas maravillosas de la humanidad, que de horror nada. Yo no veo mucho las diferencias. El asesinato entre la verdura del bosque o entre las blancas sábanas del hospital, no cambia mucho. Pues bien, reflexionemos un poco, y tendremos que reconocer que el paganismo trae el horror, y el evangelio la libertad y el respeto a la vida, a toda vida. Esto me decía mi amigo de África y estoy totalmente de acuerdo con él.