Celia Monteagudo García

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9 de noviembre de 2025

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Vivimos en un mundo herido por el cambio climático. Sequías, incendios, inundaciones y pérdida de biodiversidad son señales de una Tierra que clama. Como cristianos, estamos llamados a cuidar la creación, don de Dios para toda la humanidad.

Por este motivo, del 10 al 21 de noviembre de 2025, Manos Unidas participará en la COP30, la cumbre mundial sobre cambio climático que este año se celebra en el corazón de la Amazonía, en Belém do Pará, Brasil. Esta edición se perfila como una de las conferencias climáticas más significativas hasta la fecha, especialmente por el enfoque creciente en justicia climática y solidaridad global.

Más de 140 organizaciones y 110 figuras públicas han lanzado una carta abierta exigiendo que la COP30 coloque la justicia reparadora en el centro de las negociaciones climáticas. No puede haber justicia climática sin abordar los legados del colonialismo, la explotación de recursos y la violencia racial que han contribuido al colapso climático actual

El cuidado del medio ambiente no es solo una responsabilidad científica o política, sino también una obligación moral y espiritual, profundamente arraigada en la fe cristiana. Desde la perspectiva, la creación es un don de Dios confiado al ser humano, no para su explotación indiscriminada, sino para su custodia, respeto y desarrollo sostenible.

Ya el Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, nos recordaba a todos los creyentes -y a las personas de buena voluntad- la necesidad de escuchar el clamor de la Tierra y de los pobres, a quienes el deterioro ambiental afecta especialmente.

Por ello, hemos de preguntarnos: ¿Qué hábitos míos afectan al medio ambiente? ¿Qué puedo cambiar en mi vida para cuidar mejor la creación? ¿Cómo puedo animar a otros a comprometerse con el cuidado del planeta?

En definitiva, cuidar la creación es una forma de vivir la fe con coherencia, Es un acto de esperanza y de comunión con el mundo que Dios nos ha confiado.