Manuel de Diego Martín
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14 de febrero de 2015
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Estos días estamos leyendo en la misa de cada día la lectura continuada del primer libro de la Biblia que es el Génesis. El martes pasado leímos el relato de la creación del hombre que dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, varón y mujer los creó…”. Y ese día, el salmo 8 cantaba la grandeza del hombre: “Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies…”.
Tenemos que afirmar que la grandeza del hombre sobre todos los demás seres vivientes, radica en que posee un alma espiritual, está dotado de una inteligencia y de una voluntad libre y de una capacidad para amar. Pero el hombre por ser libre, es capaz de lo mejor y de lo peor. Ciertamente está hecho para amar, pero si se deja llevar por el instinto animal y por la herida del pecado que lleva dentro, llega a hacerse esclavo de sí mismo y se convierte en el peor de los negreros que no hace más que esclavizar a los demás.
Recuerdo de chico en las bodas de mi pueblo, cuando el sacerdote, después de haber ratificado el consentimiento de los novios de ser marido y mujer, se dirigía muy solemnemente al novio y le decía: “N., Compañera te doy y no sierva. Amala como Cristo amó a su Iglesia”. En el nuevo Ritual, después del Concilio, estas palabras suenan un poco mal. Pero no cabe duda que en una mentalidad un poco machista, como a veces se ha vivido, hay mujeres se han sentido más siervas que compañeras.
El domingo pasado celebrábamos una Jornada que puede ser histórica. Era la primera vez que se celebraba la “Jornada Internacional contra la trata de personas” que coincidía con nuestra campaña de Manos Unidas. Y se ha tomado como día de referencia para celebrar esta campaña, el día 8 de febrero la fiesta de santa Josefina Bakhita, una esclava sudanesa que al ser liberada se hizo religiosa, y el año 2000 el Papa Juan Pablo II la elevó a los altares. Ha quedado esta monja como símbolo de lo que es conseguir la plenitud de la verdadera libertad.
La esclavitud es una plaga tan horrible y deshumanizante, y por otra parte tan creciente en nuestro mundo, que los religiosos que están en esas periferias, de las que habla el Papa, y ven cada día estas monstruosidades esclavizantes han levantado la voz para pedir al Papa que declare esta Jornada, que debe ser de oración, pero también de reflexión para tomar conciencia de tanta maldad e intentar pararla por todos los medios. Esto hay que cortarlo de una vez por todas.
El Papa Francisco en 1 de enero jornada de la Paz ya habló de ello “Ya nunca más esclavos, sino hermanos”. Y nos decía cómo en el mundo contemporáneo son múltiples los abominables rostros de la esclavitud: el tráfico de de seres humanos, la trata de migrantes y la prostitución, el trabajo esclavo, los niños soldados, la explotación del hombre por el hombre, y la mentalidad esclavista que existe en relación a las mujeres y a los niños El panorama, tal como lo pinta el Papa, es desolador.
Pidamos hoy que Santa Josefina Bakhita, que se liberó de la esclavitud, interceda para que tantas personas esclavas consigan su verdadera libertad y dignidad. Para expresar la amplitud de este inhumano fenómeno se ha globalizado tanto que podernos decir que se extiende por tierra, mar y aire. Y para mayor desgracia, también hoy, en las redes sociales, por internet omnipresente y todopoderoso.