Pablo Bermejo
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21 de junio de 2008
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Recuerdo que cuando de pequeño llegaba a casa al salir de colegio por la tarde, a las 18:00 horas comenzaba la programación para niños y podía ver con mis hermanos la serie de dibujos de moda, para después apagar la televisión y concentrarnos en estudiar. Los sábados por la tarde podíamos pasar la tarde entera juntos viendo dibujos en familia mientras merendábamos. Ahora ya no existen los horarios vespertinos para niños sino que les enseñan que lo interesante es contar la vida privada ante la televisión o criticar sin pausa. En los recreos ya no se comenta lo que pasó en el episodio del día anterior, sino si es cierto o no que la nueva novia del famoso de turno es “stripper”. Recuerdo que algunos dibujos eran prohibidos por el gobierno por ser violentos y todos nos quejábamos; ahora no hay nada que se pueda prohibir, un niño de 13 años buscará en Internet lo que quiera ver. Y si la venta de un videojuego se prohíbe en nuestro país, todos querrán probarlo y se lo descargarán gratis de Internet para saciar su curiosidad.
Esta nueva relación niño-ordenador se diferencia, entre otras cosas, de la relación niño-televisor en que ahora el ocio es en solitario. Si antes se disputaba el mando a distancia, el puesto en el ordenador y el manejo del ratón es para uno sólo. Echo de menos ver a un grupo de niños jugar en el portal de su casa (hasta hace sólo 15 años era muy común). Ahora se juntan, unen sus dos consolas portátiles con un cable, intercambian información del videojuego y se despiden hasta el día siguiente.
Si alguien quiere jugar en la calle no puede porque los demás están en sus casas o en clases extraescolares. Si quieren jugar al fútbol, tienen que pedir día y hora en el colegio para que les dejen el patio, u obligatoriamente apuntarse a un centro deportivo y pagar las tasas correspondientes.
Durante siglos, los bachilleres daban clases de Oratoria, Retórica, Modales, Ética,… Ahora esas son aptitudes que se han de adquirir día a día. Pero, ¿cómo se podrán adquirir si su tiempo libre en sociedad es cada vez menor?
Todas estas diferencias con la anterior generación derivan sencillamente del hecho de que hoy existe un abanico de opciones mucho mayor que antes, lo cual es bueno. Pero son tantas las opciones que la educación recibida a veces se convierte en aleatoria y por lo tanto inconsistente, llevando a los jóvenes de hoy a un laberinto ético del cual sólo sus padres y sus profesores les pueden sacar.
Es bueno remarcar que junto a las opciones hay límites, que junto a los derechos hay obligaciones y que junto a la paternidad y enseñanza existe una gran responsabilidad que no puede ser ignorada, por muy difícil que se ponga cumplir con ella.
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