Manuel de Diego Martín
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6 de octubre de 2007
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Esta semana última ha sido un poco terrorífica en accidentes de coches ya que jóvenes, demasiado jóvenes, han perdido la vida. ¡Qué horror que chicas de quince años hayan muerto metidas en una vorágine nocturna de alcohol, droga y velocidad, que son tres ingredientes mortales! ¿Por qué ocurren estas cosas? Este es un reto que nos tiene a todos preocupados.
Por otra parte el Fiscal Jefe de Castilla la Mancha nos dice en unas recientes declaraciones que la delincuencia en Albacete ha aumentado este año un diez por ciento. Aunque estas cifras, en boca del fiscal, no sean alarmantes, sí que debe ser una llamada a apretar filas todos aquellos que nos movemos en ámbitos educativos, porque queremos ir a mejor, no a peor.
Dejando a un lado la polémica asignatura de “Educación para la ciudadanía”, la legitimidad de su ser, si esta asignatura es un derecho o es una imposición, si tiene futuro o no lo tiene; lo que si quiero decir es que hace falta una ciudadanía para la educación, nos hacen falta ciudadanos educadores. Ciudadanos que comprendan que lo más importante en la vida es la misión de educar a las generaciones jóvenes en la libertad responsable.
Los padres son los primeros educadores. Ellos deben buscar ese equilibrio entre el trabajo y el ocio para invertir el mayor tiempo posible en sus hijos. Cuando se dice que no hay tiempo para nada, que al menos, no falte tiempo para los hijos. Que no sea la tonta de la casa, la TV, la que se encargue de entretenerlos.
También los maestros y profesores en sus centros deben ser ciudadanos educadores. El maestro de música y el de matemáticos, el de historia o geografía tienen que transmitir bondad, respeto, sentido de la justicia. En una palabra tienen que hacer honor a su nombre de ser maestros de verdad. Todo buen maestro tiene la misión de ayudar a vivir.
Y en lo que a mí me toca, en las parroquias debemos asumir con alegría y esperanza esta misión educadora. Que los niños que se acerquen a nuestras salas encuentren un verdadero clima educativo. La gente suele decir “ahí no se aprende nada malo” Más bien habría que decir, ahí se aprenden cosas muy buenas. El encuentro con la fe, el encuentro con Jesús de Nazaret es una fuente de energía para vivir en la justicia y en el amor. ¡Pena que muchos menosprecien esta educación! Tal vez son víctimas de resabios religiosos, laicismos a ultranza o anticlericalismos trasnochados que les impiden ver que la formación religiosa es una excelente manera de educar ciudadanos.